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Revista-USAC-No.-32

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Leo de Soulas: Treinta años de una democracia quimérica<br />

han permanecido tras bambalinas cual hábiles<br />

titiriteros dirigiendo los destinos y<br />

reduciendo al mínimo las posibilidades de<br />

generar cambios estructurales en la sociedad,<br />

precisamente porque la conservación<br />

de este sistema de cosas es adecuado y compatible<br />

a sus propios intereses de clase.<br />

<strong>No</strong> es de extrañar que Guatemala, siendo<br />

la antigua capital de la Capitanía General,<br />

sea hoy el país más conservador del área<br />

y, por lo tanto, más reacio a los cambios.<br />

Pero el iluso “orgullo” de haber sido la<br />

capital del Reino tiene una explicación que<br />

va más allá de un rasgo identitario. Es un<br />

sentimiento que se viene construyendo porque<br />

precisamente perpetúa y legitima una<br />

serie de privilegios adquiridos por una clase<br />

dominante.<br />

Resulta claro, entonces, que en aras de<br />

proteger sus propios intereses, esta clase se<br />

convierta en el principal obstáculo para generar<br />

cambios coyunturales.<br />

De ahí que estos grupos, en su afán por<br />

monopolizar la riqueza y cohesionar su<br />

poder, desplieguen toda una serie de estrategias<br />

destinadas a cimentar su posición:<br />

educan a una creciente clase media bajo los<br />

principios del liberalismo; se valen de las<br />

iglesias para implementar a nivel masivo un<br />

falso sistema de valores morales que intentan<br />

con éxito dormir la conciencia crítica y<br />

demonizar todo aquello que represente una<br />

amenaza; despliegan recursos económicos<br />

para mantener en los tres poderes a personas<br />

que representen sus intereses, de manera<br />

que las leyes y el sistema de derecho<br />

no es más que la base jurídica que protege<br />

y garantiza sus utilidades; de ser necesario,<br />

recurren a la fuerza por medio de su policía<br />

privada, representada en el ejército, para<br />

imponer sus ideas y decisiones.<br />

Solo un sistema como tal, que además<br />

crea la ilusión de vivir bajo libertad, explica<br />

por qué en treinta años los gobiernos que<br />

han desfilado en la dirección del aparato<br />

estatal se mantienen en una amodorrada situación<br />

de estatismo, la cual pareciera que<br />

no promoverá cambios cualitativos durante<br />

muchos años más. De esto se puede deducir<br />

que una de las características que identifica<br />

a este conjunto de gobiernos es, más allá de<br />

su mediocridad, la incapacidad que tienen<br />

para generar un proyecto de desarrollo para<br />

la nación en todos los órdenes. Los gobiernos<br />

que han desfilado a lo largo de estas tres<br />

décadas constituyen una muestra de ese estancamiento<br />

en el que el país se ha quedado<br />

encharcado, y a menos que suceda un hecho<br />

extraordinario, estaremos condenados a una<br />

inamovilidad que perdurará hasta el desgaste.<br />

En lugar de ello, los regímenes “democráticos”<br />

solo han conseguido convertirse en<br />

una última radiografía del estado canceroso<br />

de nuestra sociedad, que ha pasado por un<br />

largo período de deterioro determinado por<br />

las relaciones de poder con hondas raíces<br />

coloniales. Los gobiernos de turno tan solo<br />

han sido agentes perpetuadores de ese sistema<br />

de desigualdades y ninguno ha reunido<br />

el suficiente coraje para tratar de fondo los<br />

problemas que en realidad carcomen el tejido<br />

social. Por el contrario, se han convertido<br />

en posiciones estratégicas para ascender<br />

a costa de la rapiña; y a su vez, han sido<br />

propiciadores de un sistema de corrupción<br />

que corroe las entrañas mismas de la constitucionalidad<br />

y convierten la política en un<br />

mercado de influencias. La exposición de<br />

hechos históricos demuestra la inercia de<br />

estos gobiernos civiles y su impotencia para<br />

convertirse en agentes de cambio, pero también<br />

apoya la tesis de que esta situación se<br />

mantendrá a menos que surja una nueva estirpe<br />

política que se desligue de los actuales<br />

grupos de poder, lo cual, en el contexto que<br />

hoy vivimos, es una quimera, pues son estos<br />

grupos de poder quienes dirigen el mercado<br />

político y establecen las condiciones necesarias<br />

para asirse de la administración pública.<br />

Hoy es imposible pensar que una agrupación<br />

política pueda subsistir sin asociarse<br />

a estos “peces mayores” que patrocinan en<br />

función de sus propias expectativas.<br />

La administración de Óscar Mejía Víctores<br />

pretendió ser la transición entre una gobierno<br />

militar a otro civil, y a su vez, sentar<br />

las bases de una naciente democracia que<br />

hiciera superar las dictaduras de terror que<br />

se habían vivido bajo los gobiernos militares<br />

desde la época de Carlos Castillo Armas.<br />

Para ello convocó a elecciones generales en<br />

1985, en la que salió victorioso para la silla<br />

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