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ATENCION PLENA. EL PODER DE LA CONCENTRACION

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84 ATENCIÓN <strong>PLENA</strong><br />

gos de personalidad. Para un individuo de carácter expansivo,<br />

como Walt Whitman, un estado de profunda atención expe<br />

riencial puede ser lo que Tellegen llama «una expansión muy<br />

positiva de los límites del ser». Para alguien cuyo sentido del<br />

ser esté fragmentado o cuyo temperamento tienda a la ira, la<br />

depresión, la alienación o incluso a la desintegración, semejante<br />

condición puede alterarlo, aterrorizarlo o fragmentarlo, como<br />

a menudo les pasa a las personas que padecen una enfermedad<br />

mental grave. Como dice Tellegen: «La abstracción profunda<br />

no siempre constituye una experiencia “cumbre”».<br />

Si, según el IMP, puntúas bajo en capacidad de absorción,<br />

no tiendes al estilo de atención profunda, experiencia] y expan<br />

siva capaz de transformar la escucha de un arroyo o la contem<br />

plación de una puesta de sol en una experiencia casi mística.<br />

Si, en cambio, sueles mantener el control y te enfocas en los<br />

resultados, es probable que tu forma de atender se incline al<br />

estilo instrumental y práctico que ayuda a un viajero a encon<br />

trar hotel en una ciudad desconocida o al dueño de una casa a<br />

montar los muebles de Ikea. Todo el mundo posee ciertas dosis<br />

de atención práctica —de no ser asi, no podríamos insertar la<br />

solapa A en la ranura B—, pero es típica de los individuos que<br />

prefieren funcionar en un marco de referencia realista, desde un<br />

quirófano hasta una mesa de bridge.<br />

Ciertas personas destacan tanto por su capacidad de con<br />

centración experiencial como por la instrumental. Son capaces<br />

de prestar atención de forma muy pragmática a un objetivo<br />

concreto, pero también de «dejarse llevar» por pensamientos,<br />

sentimientos y estímulos sensoriales. Tellegen describe el viaje<br />

de Mozart a Leipzig, donde visitó la iglesia en cuyo coro Bach<br />

fuera solista en su día. Al parecer, aún no había oído la música<br />

del maestro, por lo que alguien fue tan amable de interpretar<br />

una de sus cantantas. Al cabo de pocos segundos, Mozart se le

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