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CAPÍTULO 13
te al patio. El hombre de Moravia bajó lo más rápido que
pudo por la escalera en espiral y le quitó la cabeza. Al día
siguiente entregó cabeza y cuerpo a los del pueblo, y ellos
quemaron todo en una gran hoguera.
»Eso fue hace mucho tiempo. Y el caballero de Moravia,
siendo un hombre de la nobleza, recibió un permiso por parte
de la familia Karnstein para llevarse la tumba de la condesa
Mircalla, cosa que efectivamente hizo. Así que, al poco
tiempo, nadie se acordaba del lugar exacto que la tumba había
ocupado.
—¿No nos puede siquiera indicar el sitio? –preguntó el
general, ansioso.
El anciano negó con la cabeza.
—No hay nadie vivo que pueda mostrarlo ahora –dijo–.
Además, dicen que el cuerpo fue llevado lejos. Pero eso tampoco
es seguro. No teniendo nada más que decir, el viejo
tomó su hacha y partió. Nos dejó solos con el general Spielsdorf,
quien arrancó a contar el final de su extraña historia.
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