You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
CARMILLA
Hasta luego. Rece por mí, querido amigo».
Con estas palabras terminó tan extraña carta.
A pesar de no haber visto nunca a Bertha Rheinfeldt, se
me llenaron los ojos de lágrimas al enterarme tan súbitamente
de lo sucedido. Quedé asustada, además de profundamente
desilusionada.
Ahora se había acostado el sol. A la luz del crepúsculo
devolví a mi padre la carta del general.
Era un atardecer suave, de cielo despejado, y nos quedamos
sentados allí especulando sobre la posible significación
de las violentas e incoherentes frases que yo
acababa de leer. Nos faltaba caminar más de un kilómetro
antes de llegar a la carretera que pasa por delante
del castillo, y mientras tanto salió la luna, iluminándolo
todo. En el puente levadizo nos encontramos con madame
Perrodon y mademoiselle De Lafontaine, quienes
habían salido, las cabezas descubiertas, para disfrutar el
exquisito claro de luna. Al acercarnos oímos sus voces
dialogando en animada cháchara. Y nos reunimos con
ellas al pie del puente levadizo para admirar la belleza de
la escena.
Frente a nosotros se distinguía el claro que acabábamos
de atravesar. A nuestra izquierda la estrecha vía
zigzagueaba a la sombra de majestuosos árboles hasta
perderse de vista entre la densidad del bosque.
A la derecha la misma carretera pasa por encima del
alto y pintoresco puente, cerca de una torre en ruinas
que una vez vigilaba el paso. Y más allá del puente se
eleva una montaña empinada, cubierta de árboles.
En la penumbra del bosque se divisan algunas rocas
grises invadidas por la hiedra.
30