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CAPÍTULO 8
La bUsqueda
Al contemplar la alcoba con todo en su lugar –salvo
lo que habíamos movido al entrar tan violentamente–,
el único estorbo habiendo sido nuestra violenta
entrada, empezamos a calmarnos un poco y muy
pronto nos sentimos lo suficientemente tranquilas como
para despedir a los hombres. A mademoiselle se le ocurrió
que posiblemente Carmilla fue despertada por la bulla en el
corredor, y que, en un primer pánico, se habría escondido en
el clóset o detrás de una cortina o un lugar semejante del cual
no iba a emerger, naturalmente, hasta que el mayordomo y
su séquito se hubieran retirado. Ahora, entonces, iniciamos
la búsqueda, llamándola de nuevo por su nombre.
Pero todo en vano. Sólo se aumentó nuestra perplejidad.
Examinamos las ventanas, pero las encontramos selladas. A
Carmilla le imploré que, si estaba escondida, que dejará de
jugar cruelmente con nosotras, que saliera para poner fin a
nuestra ansiedad. Pero para nada servía. Ya me convencí de
que ella no estaba en la alcoba, ni en el vestuario al lado,
cuya puerta aún quedaba cerrada con la llave por nuestro
lado. Imposible que haya salido por allá. Estaba totalmente
confundida. Sería que Carmilla había descubierto uno de