You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
CAPÍTULO 5
Entremos, pues. Sí, sí, entremos.
—Veo que estás mal, Carmilla. Casi desmayada. Debes
beber un poco de vino.
—Sí. Lo haré. Ya me siento mejor. En unos momentos
estaré perfectamente bien. Sí, te acepto un poco de vino –
dijo, mientras nos acercábamos a la puerta.
—Pero miremos otra vez, por un momento. A lo mejor será
la última vez que voy a contemplar el claro de luna contigo.
—¿Cómo te sientes ahora, Carmilla? ¿De verdad estás
mejor? –le pregunté.
Empezaba a alarmarme. Me preocupaba que le hubiera
atacado la extraña epidemia que parecía haber invadido la
campiña a nuestro alrededor.
—Papá se preocuparía sobremanera –agregué– si te fueras
a enfermar, aunque sea un poquito, sin hacérselo saber
inmediatamente. Tenemos un médico muy eficiente, vive
aquí cerca, el mismo que estaba hoy con papá.
—No dudo que sea bueno. Yo sé cómo son de amables
ustedes. Pero, mi querida niña, ya estoy bien otra vez. No
tengo ningún problema de salud. Solo un poco de debilidad.
La gente dice que soy lánguida. Soy incapaz de esfuerzos
grandes, es cierto. Difícilmente camino lo que caminaría una
niña de tres años. Y de vez en cuando, lo poco de fortaleza
que tengo me falla, y me vuelvo como me acabas de ver.
Pero me recupero fácilmente. En un instante soy otra vez
yo. ¿No ves cómo me recuperé?
Y era cierto; se había recuperado. Seguimos charlando un
largo rato, ella muy animada. Y el resto de la noche pasó sin
que ella volviera a repetir esas expresiones de enamoramiento.
Me refiero a su forma loca de hablar y de mirar, que me
producían vergüenza, y hasta miedo.
67