Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
CAPÍTULO 8
—Anoche, después de las dos –dijo–, fue cuando me
acosté como siempre en mi cama, con las dos puertas cerradas
con llave, la del guardarropa y la que da al corredor. Dormí
profundo, sin sueños, que yo recuerde. Pero me desperté
hace un momento en el sofá del guardarropa, y encontré la
puerta abierta, y la otra forzada. ¿Cómo podría haber sucedido
todo eso sin yo despertarme? Porque debe haber causado
mucho ruido, y a mí cualquier cosa me despierta. ¿Y cómo
podrían haberme sacado de mi cama sin interrumpir mi sueño?
¿A mí, que me asusto con la menor cosa?
Mi padre, junto con mademoiselle y varios sirvientes llegaron
a la alcoba. Como era de esperarse, bombardearon a
Carmilla con una cantidad de preguntas, y con felicitaciones
y bienvenidas. Ella siempre repetía la misma historia, y entre
todos parecía ser la menos capaz de sugerir una explicación
de lo que había pasado.
Mi padre caminaba por el cuarto de arriba abajo, muy
pensativo. Observé cómo, en un momento, Carmilla lo miró
de soslayo. Una mirada algo turbia, me pareció.
Cuando mi padre había despachado a los sirvientes, y
mademoiselle había ido a traer un frasco de valeriana y sales
aromáticas, y dado que no había nadie más en el cuarto,
aparte de mi padre, madame Perrodon y yo, él se le acercó,
pensativo. Le tomó de la mano con suma gentileza, la condujo
al sofá y se sentó a su lado.
—¿Me perdonarás, querida, si me atrevo a hacer una conjetura
y preguntarte algunas cositas?
—¿Quién tiene más derecho que usted? –respondió–.
Pregunte lo que le parezca importante, y le contaré todo.
Pero mi historia consta únicamente de confusión y oscuridad.
No sé nada en absoluto. Me puede preguntar cualquier
85