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CARMILLA
»Bueno, yo he sido totalmente incrédulo en cuanto a la
existencia de portentos de esta índole. La teoría preternatural
del médico fue algo que yo asociaba con las alucinaciones.
Sin embargo, me sentía tan abatido que estaba dispuesto a
intentar cualquier remedio. El contenido de la carta me llevó
a la acción.
»Me oculté en el guardarropa, un pequeño cuarto oscuro
que daba a la alcoba de mi pobre paciente. En la alcoba se
había prendido una vela. Me quedé allí vigilante, esperando
que mi querida niña estuviera bien dormida. Desde la puerta
del guardarropa me asomaba para estar pendiente de cualquier
cosa que pasara. Siguiendo las instrucciones de la carta
del médico, tenía mi espada puesta a mi alcance sobre una
pequeña mesa. Alrededor de la una de la madrugada, vi un
gran objeto negro, poco definido, que se arrastraba hasta la
cama de mi pobre niña y rápidamente la cubrió hasta llegar
a su garganta donde, en una fracción de segundo, se hinchó,
convirtiéndose en una enorme masa palpitante.
»Por un momento me quedé petrificado. Pero luego salté,
blandiendo la espada. La creatura negra se contrajo súbitamente
y se deslizó por encima de la cama. En seguida,
estaba parada a pocos metros de mí, confrontándome con
una mirada feroz, horripilante. Era Millarca. La ataqué con
la espada. Pero no la alcancé. Ahora estaba parada al pie de
la puerta, ilesa. Horrorizado, ataqué de nuevo. Pero ella despareció
en el acto, y mi espada dio contra la puerta, echando
chispas.
»No les puedo describir todo lo que pasaba esa noche. Fue
horrible. Todos se levantaron y hubo una confusión total. El
espectro de Millarca había desaparecido. Pero su víctima se
hundía rápidamente y antes del amanecer estaba muerta.
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