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CRÓNICAS MARCIANAS RAY BRADBURY

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que se movían e inclinaban en los campos, y bajo la sombra fresca y verde de la<br />

parra, bromas y gritos de alegría.<br />

Y ahora, como si un huracán se hubiera llevado los ruidos de la Tierra, no había<br />

nada. Puertas esqueléticas colgaban de los goznes de cuero, y los neumáticos de<br />

los columpios pendían en la tarde apacible. No había nadie en las orillas rocosas<br />

del río, donde antes se reunían las lavanderas, y en los huertos abandonados el<br />

sol calentaba los licores ocultos de las sandías. Las arañas comenzaron a tejer<br />

nuevas telas en las chozas abandonadas, y el polvo entró en motas doradas por<br />

los techos agujereados. Aquí y allá, una débil hoguera, olvidada en las últimas<br />

prisas, crecía de pronto, alimentándose con los huesos secos de una desordenada<br />

cabaña. El ligero crepitar de las llamas se elevaba en el aire tranquilo.<br />

Los hombres seguían sentados en el porche de la ferretería, sin parpadear, con<br />

las gargantas resecas.<br />

-No comprendo por qué se van ahora. Las cosas mejoran, es indudable. Todos los<br />

días tienen nuevos derechos. En fin, ¿qué quieren? Han quitado el impuesto<br />

electoral y hay cada vez más estados que aprueban leyes contra el linchamiento y<br />

la discriminación. ¿Qué más quieren? Ganan casi tanto dinero como los blancos, y<br />

sin embargo se van.<br />

En el extremo de la calle desierta, apareció una bicicleta.<br />

-¡Teece, mira, ahí viene Silly!<br />

La bicicleta se detuvo frente al porche. La montaba un negrito de diecisiete años,<br />

todo brazos y pies y piernas largas, y cabeza redonda de sandía. Miró a Samuel<br />

Téece y sonrió.<br />

-Ah, has vuelto. No tenías la conciencia tranquila -dijo Teece.<br />

-No, señor. Sólo vengo a traerle la bicicleta.<br />

-¿Qué pasó? ¿No cabía en el cohete?<br />

-No es eso, señor.<br />

-¡No me digas lo que es! ¡Fuera de aquí! ¡No permitiré que me robes! -Dio un<br />

empellón al muchacho. La bicicleta cayó-. Métete dentro y empieza a limpiar los<br />

bronces.<br />

-¿Cómo dice? -preguntó Silly abriendo los ojos.<br />

-Ya me oíste. Hay que desembalar unos fusiles y acaba de llegar un cajón de<br />

clavos de Natchez...<br />

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