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CRÓNICAS MARCIANAS RAY BRADBURY

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de Júpiter y Plutón dentro de unos veinte años... Si tiene suerte. Eso es lo que ha<br />

conseguido abriendo la boca. Y mientras él se muere de frío, ¡mírame, mira este<br />

sitio!<br />

Dos carreteras muertas desembocaban en aquella encrucijada, perdiéndose luego<br />

en la oscuridad de la noche. Allí había construido Sam Parkhill. una casa de<br />

chapas de aluminio de brillo enceguecedor, sacudidas ahora por la música del<br />

fonógrafo automático.<br />

Sam Parkhill se inclinó y enderezó los vidrios rotos que bordeaban el sendero.<br />

Había sacado los vidrios de unos viejos edificios marcianos de las colinas.<br />

-¡Las mejores salchichas de dos mundos! ¡El primer hombre en Marte con un<br />

quiosco de salchichas calientes! ¡Las mejores salchichas, los mejores pimientos y<br />

la mejor mostaza! No dirás que no soy un hombre emprendedor. Aquí las<br />

carreteras, allá la ciudad muerta y las minas. Los camiones de la colonia terrestre<br />

Ciento Uno pasarán por aquí las veinticuatro horas del día. ¿No he elegido bien el<br />

sitio?<br />

Elma se miraba las uñas.<br />

--Tú crees que esos diez mil nuevos cohetes llegarán a Marte? -dijo al fin.<br />

-Dentro de un mes -afirmó Parkhill-. ¿Por qué pones esa cara?<br />

-No confío en los terrestres. Creeré cuando vea llegar esos diez mil cohetes, con<br />

esos cien mil mexicanos y chinos a bordo.<br />

-Clientes -dijo Parkhill con aire soñador---. Cien mil individuos hambrientos.<br />

-Si antes no estalla una guerra atómica -dijo Elma lentamente, alzando los ojos al<br />

cielo-. Desconfío de las bombas atómicas. Hay tantas en la Tierra que no se sabe<br />

qué puede pasar.<br />

-Ah -dijo Sam, y siguió barriendo.<br />

Alcanzó a ver de reojo un resplandor azul. Algo flotaba gentilmente detrás de Sam.<br />

-Sam -dijo la voz de Elma-, un amigo tuyo viene a verte.<br />

Sam se volvió rápidamente y vio la máscara que parecía flotar en el viento.<br />

-¡Otra vez aquí! -Sam blandió la escoba como un arma.<br />

La máscara asintió. Era de cristal tallado, de color celeste, y se alzaba sobre un<br />

cuello delgado y unas ropas ondulantes y sueltas de fina seda amarilla. Dos<br />

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