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CRÓNICAS MARCIANAS RAY BRADBURY

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-El barco de arena. ¡Sube!<br />

-¿Y dejaré que me lleves en un barco de arena? Oh, no.<br />

-Sube. Sé manejarlo.<br />

Sam la empujó dentro del barco, saltó detrás de ella, y empuñando la caña del<br />

timón, soltó la vela azul al viento del anochecer.<br />

Las estrellas brillaban, y los azules barcos marcianos se deslizaban por las arenas<br />

susurrantes. El barco de Sam no se movía. Recordó el ancla de arena y la arrancó<br />

de un tirón.<br />

-¡Allá vamos!<br />

El viento empujó la nave sobre el antiguo fondo del mar, sobre cristales enterrados<br />

hacía mucho tiempo, y las columnas, los muelles desiertos de mármol y bronce,<br />

las ciudades muertas ajedrezadas y blancas, y las laderas purpúreas desfilaron y<br />

se alejaron. Las siluetas de los barcos marcianos se empequeñecieron, y luego<br />

empezaron a seguir a Sam.<br />

-¡Muy pronto sabrán de mil -gritó Sam-. Informaré a la Compañía Cohete. Me<br />

protegerán. No, no me dormiré, te lo aseguro.<br />

-Si hubiesen querido -dijo Elma con cansancio- habrían podido detenerte. No se<br />

han molestado, nada más.<br />

Sam se echó a reír.<br />

-No digas tonterías. ¿Por qué iban a dejarme escapar? No, no fueron bastante<br />

rápidos, eso es todo.<br />

-¿No? -dijo Elma señalando detrás de ellos con un movimiento de cabeza.<br />

Sam no se volvió. Sintió que soplaba un viento frío. Temió darse cuenta. Sintió<br />

que en el banco detrás de él había algo, algo tan leve como el aliento de un<br />

hombre en una mañana fría, algo tan azul como un humo de leña en el<br />

crepúsculo, algo que parecía un antiguo encaje blanco, una nevada, la helada<br />

escarcha del invierno en los juncos quebradizos.<br />

Una delgada lámina de cristal se rompió de pronto. Una risa. Después, silencio.<br />

Sam se volvió.<br />

La figura estaba sentada, inmóvil, en el banco del timón. Era una joven de<br />

muñecas transparentes como cristales de hielo, y de ojos claros como las lunas,<br />

grandes, tranquilos y blancos. El viento sopló y el cuerpo de ella tembló como una<br />

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