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CRÓNICAS MARCIANAS RAY BRADBURY

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-Sam -dijo Elma al cabo de un rato-, para el barco.<br />

-Oh, no, no -respondió Sam muy pálido-. No me dejarás ahora, después de tanto<br />

tiempo.<br />

Elma miró la mano que empuñaba el arma.<br />

-Creo que serías capaz. Sí, creo que serías capaz.<br />

Sam, empuñando el timón, sacudió la cabeza.<br />

-Es una locura, Elma. Dentro de un minuto estaremos en la ciudad, ¡y a salvo!<br />

-Sí -dijo Elma tendiéndose en el fondo del barco.<br />

-Elma, óyeme.<br />

-Nada tengo que oír.<br />

-¡Elma!<br />

Pasaban ante una blanca ciudad ajedrezada, y Sam, despechado, furioso, disparó<br />

seis veces contra las torres de cristal. La ciudad se deshizo en una lluvia de<br />

antiguos cristales y astillas de cuarzo, y cayó disolviéndose en escamas de jabón.<br />

Desapareció. Sam, riéndose, hizo fuego una vez más, y una última torre, una<br />

última figura de ajedrez, se incendió, ardió, y en cenizas azules subió a las<br />

estrellas.<br />

-¡Les enseñaré! ¡Les enseñaré a todos!<br />

-Sigue, Sam, sigue enseñándonos -dijo Elma tendida en la sombra.<br />

-¡Ahí viene otra ciudad! -Sam volvió a cargar el arma-. Verás cómo la arreglo.<br />

Los fantasmales barcos azules se alzaron detrás de ellos, acercándose. Aunque al<br />

principio Sam no los vio, oía un silbido continuo, un viento que chillaba como una<br />

hoja de acero en la arena. Era el ruido de las proas afiladas de los barcos de<br />

desplegados gallardetes rojos y azules. Se abrían camino en el fondo del mar. Y<br />

en los barcos de color azul claro había unas imágenes de color azul oscuro:<br />

hombres enmascarados, hombres con rostros de plata, hombres con ojos como<br />

estrellas azules, hombres con orejas talladas en oro, hombres con mejillas de<br />

estaño y labios adornados de rubíes, hombres de brazos cruzados, hombres que<br />

seguían a Sam, marcianos.<br />

Uno, dos, tres, contó Sam. Los barcos marcianos se acercaban.<br />

-Elma, Elma, no puedo con todos.<br />

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