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-Ven a acostarte, estás soñando.<br />
-Pero mira, ahí está.<br />
Y La Farge abrió un poco más la puerta para que también ella pudiera ver.<br />
Soplaba un viento frío y la lluvia fina caía sobre el patio, y la figura inmóvil los<br />
miraba con ojos distantes. La vieja se adelantó hacia el umbral.<br />
-¡Vete! -gritó agitando una mano-. ¡Vete!<br />
-¿No se parece a Tom? -preguntó La Farge.<br />
La figura no se movió.<br />
-Tengo miedo -dijo la vieja---. Echa el cerrojo y ven a la cama. Deja eso, déjalo.<br />
Y se fue, gimiendo, hacia el dormitorio.<br />
El viejo se quedó, y el viento le mojó las manos con una lluvia fría.<br />
-Tom -llamó La Farge en voz baja-. Tom, si eres tú, si por un azar eres tú, no<br />
cerraré con llave. Si sientes frío y quieres calentarte, entra más tarde y acuéstate<br />
junto a la chimenea; hay allí unas alfombras de piel.<br />
Cerró la puerta, pero sin echar el cerrojo.<br />
La mujer sintió que La Farge se metía en la cama y se estremeció.<br />
-Qué noche horrible. Me siento tan vieja... -dijo sollozando.<br />
-Bueno, bueno -la calmó él, abrazándola-. Duerme.<br />
Al cabo de un rato la mujer se durmió.<br />
Y entonces La Farge alcanzó a oír que la puerta se abría, casi en silencio, dejaba<br />
entrar el viento y la lluvia, y se cerraba otra vez. Luego oyó unos pasos blandos<br />
que se acercaban a la chimenea, y una respiración muy suave.<br />
-Tom -dijo.<br />
Un rayo estalló en el cielo y abrió en dos la oscuridad.<br />
A la mañana siguiente, el sol calentaba.<br />
El señor La Farge abrió la puerta de la sala y miró rápidamente alrededor. No<br />
había nadie sobre la alfombra. La Farge suspiró:<br />
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