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CRÓNICAS MARCIANAS RAY BRADBURY

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Un zumbido.<br />

Sacudió la horquilla. Nada.<br />

En alguna parte el viento había derribado un poste. Genevieve Selsor había<br />

llegado y había desaparecido con idéntica rapidez.<br />

Gripp llamó de nuevo, pero la línea estaba muerta.<br />

-De todos modos ya sé dónde encontrarla.<br />

Salió corriendo de la casa. Sacó del garaje del desconocido, marcha atrás, el<br />

coche-escarabajo. El sol se elevaba en el cielo cuando cargó en el asiento de<br />

atrás la comida que había en la casa, y partió carretera abajo a ciento veinte<br />

kilómetros por hora, hacia la ciudad de Nueva Texas. «Mil quinientos kilómetros -<br />

pensó-. Genevieve Selsor, no te muevas, ¡muy pronto tendrás noticias mías!»<br />

Fuera del pueblo tocó la bocina en todas las vueltas del camino. A la puesta del<br />

sol, después de una jornada agotadora en el volante, se detuvo al borde del<br />

camino, se sacó los zapatos, se tumbó en el asiento y deslizó el sombrero gris<br />

sobre los ojos fatigados. Sopló el viento, y las estrellas brillaron suavemente sobre<br />

él en el nuevo crepúsculo. Alrededor se elevaban las milenarias montañas de<br />

Marte. La luz estelar se reflejó en las torres de un pueblecito marciano que se<br />

alzaba en las colinas azules, no más grande que un juego de ajedrez.<br />

Entre dormido y despierto, Gripp murmuraba: Genevieve. Genevieve. Oh,<br />

Genevieve, dulce Genevieve, cantó suavemente, los años vendrán, los años se<br />

irán, pero Genevieve, dulce Genevieve... Tenía una sensación de calor. Oía aún la<br />

voz fresca y dulce que susurraba, cantando: ¡Hola, oh hola! ¡Walter! No es una<br />

grabación. ¿Dónde estás, Walter? ¿Dónde estás?<br />

Suspiró y alargó una mano hacia Genevieve a la luz de la luna. Los largos y<br />

oscuros cabellos flotaban en el viento. Eran muy hermosos. Y los labios, como<br />

rojas pastillas de menta. Y las mejillas, como rosas recién cortadas. Y el cuerpo,<br />

como una neblina clara y suave. Y la tibia y dulce voz le cantaba una vez más la<br />

vieja y triste canción: Oh, Genevieve, dulce Genevieve, los años vendrán, los años<br />

se irán...<br />

Se quedó dormido.<br />

Llegó a Nueva Texas a medianoche.<br />

Se detuvo, frente al Salón de Belleza Deluxe, gritando.<br />

Genevieve aparecería-en seguida, toda perfumes, toda risas.<br />

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