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CRÓNICAS MARCIANAS RAY BRADBURY

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-Gracias, capitán.<br />

Y en seguida todo se olvidó. Los hombres hablaron entre ellos.<br />

Spender los miraba fijamente, con el plato de comida entre las llanos. El suelo se<br />

enfriaba. Las estrellas se acercaban, brillantes.<br />

Cuando alguien hablaba en un tono demasiado alto, el capitán replicaba en voz<br />

baja, y todos hablaban también quedamente, imitándolo.<br />

El aire olía a limpio y nuevo. Spender no se movió durante un largo rato,<br />

disfrutando del aire. Había en él muchas cosas que no podía identificar: flores,<br />

elementos químicos, polvos, vientos.<br />

-¿Y aquella vez, en Nueva York, cuando conseguí aquella rubia? ¿Cómo se<br />

llamaba? ¡Ah, si! ¡Ginnie! -gritó Biggs-. ¡Ginnie!<br />

Spender se endureció por dentro. Le temblaban las manos. Los ojos se le<br />

movieron detrás de las escasas y delgadas pestañas.<br />

-Y Ginnie me dijo... -siguió diciendo Biggs.<br />

Los otros rugieron.<br />

-¡Y le solté un tortazo! -gritó Biggs alzando una botella.<br />

Spender dejó el plato en el suelo. Escuchó el viento fresco que le susurraba en los<br />

oídos. Miró los blancos y helados edificios marcianos a orillas del mar seco.<br />

-¡Qué mujer, qué mujer! -Biggs se vació la botella en la boca abierta-. ¡Nunca hubo<br />

otra igual!<br />

El olor del cuerpo sudoroso de Biggs flotaba en el aire. Spender dejó que el fuego<br />

muriera.<br />

-¡Eh, anima un poco ese fuego, Spender! -dijo Biggs echándole una breve ojeada<br />

y volviendo en seguida a la botella-. Bueno, una noche Ginnie y yo...<br />

Un hombre llamado Schoenke exhibió un acordeón y zapateó, al compás de la<br />

música, levantando polvo alrededor.<br />

-¡Ajuuu! ¡Vivaaa!<br />

-¡Huii! -rugieron los otros.<br />

Tiraron al suelo los platos vacíos. Tres de ellos se pusieron en fila y levantaron las<br />

piernas como coristas, bromeando a gritos. Los otros aplaudieron y aullaron<br />

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