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CRÓNICAS MARCIANAS RAY BRADBURY

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Eran unas pocas piedras rosadas, dormidas sobre unas dunas; unas columnas<br />

caídas, un templo solitario, y más allá otra vez las extensiones de arena. Nada<br />

más, un desierto blanco a lo largo del canal, y encima un desierto azul.<br />

De repente un pájaro atravesó el espacio, como una piedra lanzada a un lago<br />

celeste; golpeó, se hundió y desapareció.<br />

Papá lo miró con ojos asustados.<br />

-Creí que era un cohete.<br />

Timothy observó el profundo océano del cielo, tratando de ver la Tierra en llamas,<br />

las ciudades en ruinas y los hombres que no dejaban de matarse unos a otros.<br />

Pero no vio nada. La guerra era algo tan apartado y lejano como el duelo a muerte<br />

de dos moscas bajo la nave de una enorme catedral silenciosa; e igualmente<br />

absurda.<br />

William Thomas se enjugó la frente y sintió en el brazo la mano de Timothy, como<br />

una tarántula joven, arrobada.<br />

-¿Qué tal, Timmy?<br />

-Muy bien, papá.<br />

Timothy no alcanzaba a imaginar qué estaba funcionando ahora dentro de ese<br />

vasto mecanismo adulto que tenía al lado. Era un hombre de gran nariz aguileña,<br />

tostado y despellejado por el sol, de brillantes ojos azules, como las bolitas de<br />

ágata con que había jugado en la Tierra en las vacaciones de verano, y de piernas<br />

largas y gruesas como columnas envueltas en pantalones holgados.<br />

-¿Qué miras, papá?<br />

-Estoy buscando lógica terrestre, sentido común, gobierno honesto, paz y<br />

responsabilidad.<br />

-Jodas esas cosas están allá arriba?<br />

-No. No las he encontrado. Ya no están ahí. Y nunca volverán a estarlo. Quizá<br />

nunca lo estuvieron.<br />

-¿Eh?<br />

-Mira el pez -dijo papá señalando el agua.<br />

Se oyó un clamor de voces de soprano. Los tres chicos doblaron los cuellos<br />

delgados sobre el canal, sacudiendo la lancha, diciendo «¡oh!» y «¡ah!».<br />

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