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CRÓNICAS MARCIANAS RAY BRADBURY

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Los hombres alzaron lentamente la cabeza en las sombras calurosas, inquietas, y<br />

miraron primero al muchacho y después a Teece.<br />

-¿Acaso estás pensando que un hombre blanco va a ocupar tu puesto,<br />

muchacho? -preguntó Téece fríamente.<br />

El viejo Quartermain sacó las manos rojas de encima de las rodifias, contempló<br />

pensativo el horizonte y dijo:<br />

-Teece, ¿sirvo yo?<br />

-¿Qué?<br />

-Tomo el puesto de Silly.<br />

Todos callaron. Téece se balanceó en el aire.<br />

-Abuelo -dijo en tono de advertencia.<br />

-Deja que el muchacho se vaya. Yo limpiaré los bronces.<br />

-¿Lo haría usted, lo haría usted, de veras?<br />

Silly corrió hacia el viejo, riéndose, con lágrimas en las mejillas, incrédulo.<br />

-Claro que sí.<br />

-Abuelo -dijo Teece-, no te metas.<br />

-Teece, déjalo ir.<br />

Téece se adelantó y tomó al muchacho por el brazo.<br />

-Es mío. Lo encerraré en el cuarto del fondo hasta la noche.<br />

-¡No, señor Teece!<br />

El muchacho se echó a llorar, con los ojos apretados, y el llanto llenó al aire del<br />

porche. En el extremo de la calle apareció un Ford destartalado con una última<br />

carga de gente de color.<br />

-Ahí viene mi familia, señor Téece. ¡Por favor! ¡Por favor, señor Téece!<br />

-Teece -dijo un hombre del porche, levantándose-, déjalo ir.<br />

-Opino lo mismo, Téece -dijo otro incorporándose también.<br />

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