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Volumen 18. Teatro - Novela - "La Edad de Oro"

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224 MARTf / NOVELA<br />

cisco, <strong>de</strong> Alonsn Cano, y un dibujo <strong>de</strong> Goya, con lápiz rojo, dulce como<br />

una cabeza <strong>de</strong>l mismo Rafael.<br />

Con las cucharas <strong>de</strong> plata se pagó un mes la casa: la esmeralda dio<br />

para tres meses: con las monedas fueron ayudándose medio año. Un<br />

<strong>de</strong>svergonzado compró la cabeza, en un día <strong>de</strong> angustia, en cinco pesos.<br />

Un tanto se auxiliaban con unos cuantos pesos que, muy mal cobrados<br />

y muy regañados, ganaban doña Andrea y las hijas mayores enseñando a<br />

algunas niñas pequeñas <strong>de</strong>! barrio pobre don<strong>de</strong> habían ido a refugiarse<br />

en su penuria. Pero el dibujo <strong>de</strong> Goya, ése si se vendió bien. Ese, él<br />

sólo, produjo tanto como las margaritas y las cucharas <strong>de</strong> plata, y el<br />

aguacate. El d i b ujo <strong>de</strong> Goya, única prenda que no se arrepintió doña<br />

Andrea <strong>de</strong> haber vendido, porque le trajo un amigo, lo compró Juan<br />

Jerez; Juan Jerez que cuando murió en Madrid Manuelillo, y la madre<br />

extremada por los gastos en que la puso una enfermedad grave <strong>de</strong> 6U<br />

niña Leonor, se halló un día pensando con espanto en que era necesario<br />

ven<strong>de</strong>rlos, compró los libros a doña Andrea, mas no se los llevó consigo,<br />

sino que se los <strong>de</strong>jó a ella “porque él no tenia don<strong>de</strong> ponerlos: y cuando<br />

los necesitase, ya se los pediria”. Muy ruin tiene que ser el mundo, y doña<br />

Andrea sabía <strong>de</strong> sobra que suele ser ruin, para que ese día no hubiese<br />

satisfecho su impulso <strong>de</strong> besar a Juan la mano.<br />

Pero Juak, joven rico y <strong>de</strong> padres y amista<strong>de</strong>s que no hacían suponer<br />

que buscase esposa en aquella casa <strong>de</strong>samparada y humil<strong>de</strong>, comprendió<br />

que no <strong>de</strong>bía ser visita <strong>de</strong> ella, don<strong>de</strong> ya eran alegría <strong>de</strong> los ojos J <strong>de</strong>l<br />

corazón, más por 10 honestas que por lo lindas, las dos niñas mayores, y<br />

muy distraido el pensamiento en cosas <strong>de</strong> la mayor alteza, y muy fino y<br />

generoso, y muy sujeto ya por el agra<strong>de</strong>cimiento <strong>de</strong>l amor que le mostraba<br />

a 6u prima Lucía, ni visitaba frecuentemente la casa <strong>de</strong> doña Andrea, ni<br />

, hacia alar<strong>de</strong> <strong>de</strong> no visitarla, como que le llevó su propio médico cuando<br />

la enfermedad <strong>de</strong> Leonor, y volvió cuando la venta <strong>de</strong> los libros, y cuando<br />

sabía alguna aflicción <strong>de</strong> la señora, que con su influjo, si no con SU dinero<br />

que solía escasearle, podía tener remedio.<br />

Lo que, como un lirio <strong>de</strong> noche en una habitación oscura, tuvo en<br />

medio <strong>de</strong> todas estas agonías iluminada el alma <strong>de</strong> doña Andrea, y le<br />

aseguró en su creencia bondadosa en la nobleza <strong>de</strong> la especie humana,<br />

fue que, ya porque en realidad le apenase la suerte <strong>de</strong> la viuda, ya por-<br />

que creyera que había <strong>de</strong> parecer mal, siendo como el don Manuel bien<br />

querido, y maestro como ella, que permitieran la salida <strong>de</strong> 6~6 bijas <strong>de</strong>l<br />

colegio por falta <strong>de</strong> paga, la directora <strong>de</strong>l Instituto <strong>de</strong> la Merced, el más<br />

famoso y rico <strong>de</strong>l pais, hizo un dia, en un hermoso coche, una visita, que<br />

fue muy sonada, a casa <strong>de</strong> doña Andrea, y a!li le dijo magnánimamente,<br />

cosa que enseguida vociferó y celebró mucho la prensa, que las tres<br />

niñas recibirían en su colegio, si ei!a no lo mandaba dc otro modo, toda<br />

EU educación, como externas, sin gasto alguno. Aquella vez sí que doña<br />

Andrea, sin ios miramientos que en ei caso <strong>de</strong> Juan habían más tar<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

impedirselo, cubrió <strong>de</strong> lesos la mano <strong>de</strong> la directora, quien la trató con<br />

una hermosa bondad pontificia, y como una mujer inmaculada trata a<br />

una culpable, tras <strong>de</strong> lo cual se volvió muy oronda a su colegio, en su<br />

arrogante coche.<br />

E3 verdad que las niñas no <strong>de</strong>cían a doña Andrea que, aunque no las<br />

había en el colegio más aplicadas que ellas, ni que llevaran los vestiditos<br />

mas blancos y bien cuidados, ni que, en la clase y recreo mostrasen mayor<br />

compostura, los vales a fin <strong>de</strong> semana, y 106 primeros puestos en las<br />

competencias, y 103 premios en los exámenes, no eran nunca para ellas;<br />

los regaños, si. Cuando la niña <strong>de</strong>l ministro había <strong>de</strong>rramado un tintero,<br />

<strong>de</strong> seguro que no hatia sido la niña <strong>de</strong>l ministro, icómo habíti <strong>de</strong> ser<br />

la hija <strong>de</strong>l ministro? habia sido una <strong>de</strong> las trce niñas <strong>de</strong>l Valle. <strong>La</strong> hija<br />

<strong>de</strong> Mr. Floripond, el po<strong>de</strong>roso banquero, la fea, la huesuda, la <strong>de</strong>scuidada,<br />

la envidiosa Iselda, había escondido, don<strong>de</strong> no pudiese ser hallado, su<br />

caja <strong>de</strong> lápices <strong>de</strong> dibujar: por supuesto, la caja no aparecía: “iAllí todas<br />

las niñas tenían dinero para comprar 6us cajae! llae únicas que no tenían<br />

dinero allí e!an las tres <strong>de</strong>l Valle!” y las registraban, a las pobrecitas,<br />

que se <strong>de</strong>jaban registrar con la cara llena <strong>de</strong> lágrimas, y 106 brazos en<br />

cruz, cuando por ftJrtulla la niña <strong>de</strong> otro banquero, menos rico que Mr.<br />

Floripond, dijo que había visto a Iselda poner la caja <strong>de</strong> lápices en la<br />

bolsa <strong>de</strong> Leonor. Pero tan buenas y serviciales fueron, tan apretaditas 6e<br />

sentaban siempre las tres, sin jugar, o jugando entre sí, en la hora dc<br />

recreo; con tal mawedumbre obe<strong>de</strong>cían los mandatos más <strong>de</strong>stemplados<br />

r injustos; con tal sumisión, por el amor <strong>de</strong> su madre, soportaban aquellos<br />

ligores, que la6 ayudantes <strong>de</strong>l colegio, solas y <strong>de</strong>samparadas elles’mismas.<br />

comenzaron a tratarlas con alguna ternura, a encomendarle.6 la copia <strong>de</strong><br />

las listas <strong>de</strong> la clase, a darles a afilar sus lápices, a distinguirlas con esos<br />

pequeños favores <strong>de</strong> los maestros que ponen tan orondos a los niños, y<br />

que lns tres hijas <strong>de</strong> <strong>de</strong>l Valle recompensaban con una premura en el servirlos<br />

y una mo<strong>de</strong>stia y gracia tal, que les ganaba las almas más duras. Esta<br />

bondadosa disposición <strong>de</strong> las ayudantes subió <strong>de</strong> punto cuando la directora,<br />

que no tenia hijos, y era aún una muy beila mujer, dio muestras <strong>de</strong> aficio-

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