446 MARTí/ LA EDAD DE ORO a la corte tan buen oro; solo cuando Carlos V, que <strong>de</strong> niño lo oyó COK veneración, pero lo engañaba <strong>de</strong>spués, cuando entró en ambiciones que requerían mucho gastar, y no estaba para ponerse por las “cosas <strong>de</strong>l clérigo” en contra <strong>de</strong> los <strong>de</strong> América, que le enviaban <strong>de</strong> tributo 104 galeones <strong>de</strong> oro y joyas; solo cuando Felipe II, que 4e gastó un reino en procurarse otro, y lo <strong>de</strong>jó todo a su muerte envenenado y frío, como el agujero en que ha dormido la vibora. Si iba a ver al rey, se encontraba la antesala llena <strong>de</strong> amigos <strong>de</strong> los encomen<strong>de</strong>ros, todos <strong>de</strong> seda y sombreros <strong>de</strong> plumas, con collares <strong>de</strong> oro <strong>de</strong> los indios americanos: al ministro no le podía hablar, porque tenía encomiendas él, y tenía minas, o gozaba los frutos <strong>de</strong> las que poseía en cabeza <strong>de</strong> otros. De miedo <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r el favor <strong>de</strong> la corte, no le ayudaban los mismos que no tenían en América interés. Los que más lo respetaban, por bravo, por justo, por astuto, por elocuente, no lo querían <strong>de</strong>cir, o lo <strong>de</strong>cían don<strong>de</strong> no los oyeran: porque los hombrea suelen admirar al virtuoso mientras no los avergüenza con su virtud o les estorba las ganancias; pero en cuanto se les pone en su camino, bajan los ojos al verlo pasar, o dicen malda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> él, o <strong>de</strong>jan que otros las digan, o lo saludan a medio sombrero, y le van clavando la puñalada en la sombra. El hombre virtuoso <strong>de</strong>be ser fuerte <strong>de</strong> ánimo, y no tenerle miedo a la soledad, ni esperar a que los <strong>de</strong>más le ayu<strong>de</strong>n, porque estará siempre solo: i pero con la alegría <strong>de</strong> obrar bien, que re parece al cielo <strong>de</strong> la manana en la claridad! Y como él era tan sagaz que no <strong>de</strong>cía co4a que pudiera ofen<strong>de</strong>r al rey ni a la Inquisición, sino que pedía la bondad con los indios para bien <strong>de</strong>l rey, y paza que se hiciesen más <strong>de</strong> vera4 cristianos, no tenían los <strong>de</strong> la corte modo <strong>de</strong> negársele a las claras, sino que fingían estimarle mucho el celo, y una vez le daban el título <strong>de</strong> “Protector Universal <strong>de</strong> los Indios”. con la firma <strong>de</strong> Fernando, pero sin modo <strong>de</strong> que le Bcatasen la autoridad <strong>de</strong> proteger; y otra, al cabo <strong>de</strong> cuarenta años <strong>de</strong> razonar, le dijeron que pusiera en papel las razone4 por que opinaba que no <strong>de</strong>bían 4er esclavos los indios; y 0th le dieron po<strong>de</strong>r para que llevase trabajadores <strong>de</strong> España a una colonia <strong>de</strong> Cumaná don<strong>de</strong> se había <strong>de</strong> ver a los indios con amor, y no halló en toda España sino cincuenta que quisieran ir a trabajar, los cuales fueron, con un vestido que tenía una cruz al pecho, pero no pudieron poner la colonia, porque el “a<strong>de</strong>lantado” había ido antes que ellos con las armas, y los indios enfurecidos disparaban sus flechas <strong>de</strong> punta envenenada contra todo el que llevaba cruz. Y por fii le encargaron, como por entretenerlo, que pidiese las leyes que le parecían a él bien ?ZL PADRE US CASA.5 447 para los indios, “icuantas leyes quisiera, pues que por ley más 0 menos no hemos <strong>de</strong> pelear !“, y él las escribía, y las mandaba el rey cumplir, pero en el barco iba la ley, y el modo <strong>de</strong> <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>cerla. El rey le daba audiencia, y hacia como que le tomaba consejo; pero luego entraba Sepúlveda, con sus pies blandos y su4 ojos <strong>de</strong> zorra, a traer los recados <strong>de</strong> los que mandaban los galeones, p lo que se hacía <strong>de</strong> verdad era lo que <strong>de</strong>cía Sepúlveda. <strong>La</strong>s Casas lo sabía, lo sabía bien; pero ni bajó el tono, ni se cansó <strong>de</strong> acwar, ni <strong>de</strong> llamar crimen a lo que era, ni <strong>de</strong> contar en su “Descripción” las “cruelda<strong>de</strong>s”, para que el rey mandara al menos que no fuesen tantas, por la vergüenza <strong>de</strong> que las supiera el mundo. El nombre <strong>de</strong> los malos no lo <strong>de</strong>cía, porqlle era noble y les tuvo compasión. Y escribía como hablaba. con la letra fuerte y <strong>de</strong>sigual, llena <strong>de</strong> chispazos <strong>de</strong> tinta, como caballo que lleva <strong>de</strong> jinete a quien quiere llegar pronto, y va levantando el polvo y sacando luces <strong>de</strong> la piedra. Fue obispo por fin, pero no <strong>de</strong> Cusco, que era obispado rico, sino <strong>de</strong> Chispas, don<strong>de</strong> por lo lejos que estaba el virrey, vivían los indios en mayor esclavitud. Fue a Chiapas, a llorar con los indios; pero no sólo a llorar, porque con lágrimas y quejas no se vence a los pícaros, sino a acusarlos sin miedo, a negarles la iglesia a los españoles que no cumplían con la ley nueva que mandaba poner libres a los indios, a hablar en los consejos <strong>de</strong>l ayuntamiento, con discursos que eran a la vez tiernos y terribles, y <strong>de</strong>jaban a los encomen<strong>de</strong>ros atrevidos como los árboles cuando ha pasado el vendabal. Pero los encomen<strong>de</strong>ros podían más que él, porque tenían el gobierno <strong>de</strong> su lado; y le componían cantares en que le <strong>de</strong>cían traidor y español malo; y le daban <strong>de</strong> noche músicas <strong>de</strong> cencerro, y le disparaban arcabuces a la puerta para ponerlo en temor, y le ro<strong>de</strong>aban el convento armados,-todos armados, contra un viejo flaco y 4010. Y hasta le salieron al camino <strong>de</strong> Ciudad Real para que no volviera a entrar en la población. El venía a pie, con su bastón, y con dos españoles buenos, y un negro que lo quería como a padre suyo: porque es verdad que las Casas por el amor <strong>de</strong> los indios, aconsejó al principio <strong>de</strong> la conquista que se siguiese trayendo esclavos negros, que resistían mejor el calor; pero luego que lo4 vio pa<strong>de</strong>cer, se golpeaba el pecho, y <strong>de</strong>cía: “icon mi sangre quisiera pagar el pecado <strong>de</strong> aquel consejo que di por mi amor a los indios!” Con su negro cariñoso venía, y los dos españoles buenos. Venía tal vez <strong>de</strong> ver cómo salvaba a la pobre india que se le abrazó a las rodillas a la puerta <strong>de</strong> su templo mexicano, loca <strong>de</strong> dolor porque los españoles le habían matado al marido <strong>de</strong> su corazón, que fue <strong>de</strong> noche a rezarles a los dioses: iy vio <strong>de</strong> pronto la4 Casas que eran indios lo4
448 MARTí / LA EDAD DE ORO centinelas que los espaííoles la habían echado para que no entrase! ;El les daba a los indios su vida, J los indios venian a atacar a su salvador, porque se lo mandaban los que los azotaban! Y no se quejó, sino que dijo asi: “Pues por eso, hijos mios, os tengo <strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r mas, porque os tienen tan martirizados que no tenéis ya valor ni para agra<strong>de</strong>cer.” Y los indios, llorando, se echaron a sus pies, y le pidieron perdón. Y entró en Ciudad Real, don<strong>de</strong> los encomen<strong>de</strong>ros lo esperaban, armados <strong>de</strong> arcabuz y cañón, como para ir a la guerra. Casi a escondidas tuvo que embarcarlo para España el virrey, porque los encomen<strong>de</strong>ros io querían matar. El se fue a su convento, a pelear, a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r, a llorar, a escribir. Y murió, sin cansarse, a los noventa y dos años. LOS ZAPATICOS DE ROSA A ma<strong>de</strong>moiselle Marie: losé Martí Hay sol bueno J mar <strong>de</strong> espuma, Y arena fina, y Pilar Quiere salir a estrenar Su sombrerito <strong>de</strong> pluma. -“iVaya la niña divina!” Dice el padre, y le da un beso: “Vaya mi pájaro preso A buscarme arena fina.” -“Yo voy con mi niña hermosa”! Le dijo la madre buena: “iNo te manches en la arena Los zapaticos <strong>de</strong> rosa!” Fueron las dos al jardín Por la calle <strong>de</strong>l laurel: <strong>La</strong> madre cogió un clavel Y Pilar cogió un jazmfn.
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