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Volumen 18. Teatro - Novela - "La Edad de Oro"

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336 MARTí / LA EDAD DE ORO<br />

daba vuelta al monte tres veces. Pero a Héctor no se le lastimaba el<br />

cuerpo, ni se le acababa la hermosura, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Olimpo cuidaban<br />

<strong>de</strong> él Venus y Apolo.<br />

Y entonces fue la fiesta <strong>de</strong> los funerales, que duró doce días: primero<br />

una carrera con los carros <strong>de</strong> pelear, que ganó Diome<strong>de</strong>s; luego una<br />

pelea a pufietazos entre dos, hasta que quedó uno como muerto; <strong>de</strong>spués<br />

una lucha a cuerpo <strong>de</strong>snudo, <strong>de</strong> Ulises con Ajax; y la corrida <strong>de</strong> a pie,<br />

que ganó Ulises; y un combate con escudo y lanza; y otro <strong>de</strong> flechas, para<br />

ver quién era el mejor flechero; y otro <strong>de</strong> lanceadores, para ver quién<br />

tiraba más lejos la lanza.<br />

Y una noche, <strong>de</strong> repente, Aquiles oyó ruido en su tienda; y vio que<br />

era Priamo, el padre <strong>de</strong> Héctor, que había venido sin que lo vieran, con<br />

el dios Mercurio,-Príamo, el <strong>de</strong> la cabeza blanca y la barba blanca<br />

-Príamo, que se le arrodilló a los pies, y le besó las manos muchas veces,<br />

y le pedía llorando el cadáver <strong>de</strong> Héctor. Y Aquiles se levantó, y con sus<br />

brazos alzó <strong>de</strong>l suelo a Príamo; y mandó que bañaran <strong>de</strong> ungüentos<br />

olorosos el cadáver <strong>de</strong> Héctor, y que lo vistiesen con una <strong>de</strong> las túnicas<br />

<strong>de</strong>l gran tesoro que le traía <strong>de</strong> regalo Príamo; y por la noche comió<br />

carne y bebió vino con Príamo, que se fue a acostar por primera vez,<br />

porque tenía los ojos pesados. Pero Mercurio le dijo que no <strong>de</strong>bía dormir<br />

entre los enemigos, y se lo llevó otra vez a Troya sin que los vieran los<br />

griegos.<br />

V hubo paz doce días, para que los troyanos le hicieran el funeral a<br />

Héctor. Iba el pueblo <strong>de</strong>trás, cuando llegó Príamo con él; y Príamo los<br />

injuriaba por cobar<strong>de</strong>s, que habían <strong>de</strong>jado matar a su hijo; y las mujeres<br />

lloraban, y los poetas iban cantando, hasta que entraron en la casa. y lo<br />

pusieron en su cama <strong>de</strong> dormir. Y bino - Andrómaca su mujer, y le habló<br />

al cadáver. Luego vino su madre Hécuba, y lo llamó hermoso y bueno.<br />

Después Helena le habló, y lo llamó cortés y amable. Y todo el pueblo<br />

Iioraba cuando Príamo se acercó a su hijo, con las manos al cielo,<br />

temblándole la barba? y mandó que trajeran leños para la pira. Y nueve<br />

días estuvieron trayendo leños, hasta que la pira era más alta que los<br />

muros <strong>de</strong> Troya. Y la quemaron, y apagaron el fuego con vino, y<br />

guardaron las cenizas <strong>de</strong> Héctor en una caja <strong>de</strong> oro. y cubrieron la caja<br />

con WI manto <strong>de</strong> ptirpura, y lo pusieron todo en un ataúd, y encima le<br />

echaron mucha tierra, hasta que pareció un monte. Y luego hubo gran<br />

fiesta en el palacio <strong>de</strong>l rey Príamo. Así acaba la Ilíada, y el cuento <strong>de</strong><br />

la cólera <strong>de</strong> Aquiles.<br />

UN JUEGO NUEVO Y OTROS VIEJOS<br />

Ahora hay en los Estados Unidos un juego muy curioso, que llaman<br />

el juego <strong>de</strong>l burro. En verano, cuando se oyen muchas carcajadas en<br />

una casa, es que están jugando al burro. No lo juegan los niños sólo,<br />

sino las personas mayores. Y es lo más fácil <strong>de</strong> hacer. En una hoja <strong>de</strong><br />

papel gran<strong>de</strong> o en un pedazo <strong>de</strong> tela blanca se pinta un burro, como <strong>de</strong>l<br />

tamano Je un perro. Con carbón vegetal se le pue<strong>de</strong> pintar, porque el<br />

carbón <strong>de</strong> piedra no pinta, sino el otro? el que se hace quemando <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong> una pila <strong>de</strong> tierra la ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> los árboles. 0 con un pincel mojado<br />

en tinta se pue<strong>de</strong> dibujar también el burro, porque no hay que pintar <strong>de</strong><br />

negro la figura toda, sino las líneas <strong>de</strong> afuera, el contorno no más. Se<br />

pinta todo el burro, menos la cola. <strong>La</strong> cola se pinta aparte, en un pedazo<br />

<strong>de</strong> papel o <strong>de</strong> tela, y luego se recorta, para que parezca una cola <strong>de</strong><br />

verdad. Y ahí está el juego, en poner la cola al burro don<strong>de</strong> <strong>de</strong>be estar.<br />

Lo que no es tan fácil como parece; porque al que juega le vendan los<br />

ojos, y le dan tres vueltas antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarlo andar. Y él anda, anda: y<br />

la gente sujeta la risa. Y unos lr clavan al burro la cola en la pezuña,<br />

o en las costillas, o en la frente. Y otros la clavan en la hoja <strong>de</strong> la puerta,<br />

creyendo que es el hurro.<br />

Dicen en los Estados Unidos que este juego es nuevo, y nunca lo ha<br />

habido antes; pero no es muy nuevo, sino o;ro modo <strong>de</strong> jugar a la gallina<br />

ciega. Es muy curioso; los niños <strong>de</strong> ahora juegan lo mismo que los<br />

niños <strong>de</strong> antes: la gente <strong>de</strong> los pueblos que no se han visto nunca, juegan<br />

a las mismas cosas. Se h a bl a mucho <strong>de</strong> los griegos y <strong>de</strong> !os romanos. que<br />

vivieron hace dos mil años; pero los niños romanos jugaban a las bolas,<br />

lo mismo que nosotros, y las niñas griegas tenían muñecas con pelo <strong>de</strong><br />

verdad, como las niñas <strong>de</strong> ahora. En la lámina están unas nikas griegas,<br />

poniendo sus muñecas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la estatua <strong>de</strong> Diana, que era como una<br />

santa <strong>de</strong> entonces; porque los griegos creían también que en el cielo

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