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Volumen 18. Teatro - Novela - "La Edad de Oro"

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232 MARTf / NDVELA AMISTAD F’JNESTA 233<br />

el corazón, como para arrancárselo <strong>de</strong> raíz, aunque se tuviera qce arrancar<br />

el corazón con él; aquel dolor no le <strong>de</strong>jaba punto <strong>de</strong> reposo, le hacía<br />

parecer a las veces extravagante y huraño, y aunque por la suavidad<br />

<strong>de</strong> su mirada y el ardor <strong>de</strong> su discurso se atrajese <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer instante,<br />

como un domador <strong>de</strong> oficio, la voluntad <strong>de</strong> los que le veían, poco a<br />

poco sentía él que en aquellos afectos iba entrando la sorda hostilidad<br />

con que los espiritus comunes persiguen a los hombres <strong>de</strong> alma superior,<br />

y aquella especie <strong>de</strong> miedo, si no <strong>de</strong> terror, con que los hombres, fa-<br />

mélicos <strong>de</strong> goces, huyen, como <strong>de</strong> un apestado, <strong>de</strong> quien, bajo la pesa-<br />

dumbre <strong>de</strong> un infortunio, ni sabe dar alegrías, ni tiene el ánimo dispuesto<br />

a compartirlas.<br />

Ka en la ciudad <strong>de</strong> nuestro cuento, cuya gente acomodada había ido<br />

toda, y en más <strong>de</strong> una ocasión, <strong>de</strong> viaje por Europa, don<strong>de</strong> apenas había<br />

casa sin piano, y, lo que es mejor, sin quien tocase en él con natural<br />

buen gusto, tenía Keleffy numerosos y ardientes amigos; tanto entre los<br />

músicos sesudos, por el arte exquisito <strong>de</strong> sus composiciones, como entre<br />

la gente joven y sensible, por la melodiosa tristeza <strong>de</strong> sus romanzas. De<br />

modo que cuando se supo que Keleffy venía, y no como un artista que<br />

se exhibe. sino como un hombre que pa<strong>de</strong>ce, <strong>de</strong>terminó la sociedad ele-<br />

gante recibirle con una hermosisima fiesta, que quisieron fuese como la<br />

mGs bella que se hubiera visto en la ciudad, ya porque <strong>de</strong>l talento <strong>de</strong><br />

Keleffy se <strong>de</strong>cian maravillas, ya porque esta buena ciudad <strong>de</strong> nuestro<br />

cuento no quería ser menos que otras <strong>de</strong> América, don<strong>de</strong> el pianista<br />

había sido ruidosamente agasajado.<br />

En la “casa <strong>de</strong> mármol” dispusieron que se celebrase la gran fie&a:<br />

con un tapiz rojo cubrieron las anchas escaleras; los rincones, ya en<br />

las salas, ya en los patios, los llenaron <strong>de</strong> palmas; en cada <strong>de</strong>scanso<br />

<strong>de</strong> la escalera central había un enorme vaso chino lleno <strong>de</strong> plantas <strong>de</strong><br />

camelia en flor; todo un saloncito, el <strong>de</strong> recibir, fue colgado <strong>de</strong> seda<br />

amariila; <strong>de</strong> lugares ocultos por cortinas venía un ruido <strong>de</strong> fuentes.<br />

Cuando se entraba en el salán, en aquella noche fresca <strong>de</strong> la primavera,<br />

con todos los balcones abiertos a la noche, con tanta hermosa mujer<br />

vestida <strong>de</strong> telas ligeras <strong>de</strong> colores suaves, con tanto abanico <strong>de</strong> plumas,<br />

muy <strong>de</strong> moda entonces, moviéndose pausadamente, y con aquel vago<br />

rumor <strong>de</strong> fiesta que comienza, parecía que se entraba en un enorme<br />

cesto <strong>de</strong> alas. <strong>La</strong> tapa <strong>de</strong>l piano, levantada para dar mayor sonoridad<br />

a las notas, parecía, como dominándolas a todas, una gran ala negra.<br />

Keleffy, que discernía la suma <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ro afecto mezclada en aqueila<br />

fiesta <strong>de</strong> la curiosidad y sentía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su llegada a i\r;ikica como si<br />

constantemente estuviesen encendidos en su alma dos grnndcj ojos negros;<br />

Keleffy a quien fue dulce no hallar casa, don<strong>de</strong> sus últimos dolores,<br />

vaciados en sus romanzas y nocturnos, no hubiesen encontrado manos<br />

tiernas y amigas, que se las <strong>de</strong>volvían a sus propios o&s como atenuados<br />

y en camino <strong>de</strong> consuelo, porque “en Europa se toca, <strong>de</strong>cía Keleffy, pero<br />

aquí se acaricia el piano”; Keleffy, que no notaba <strong>de</strong>sacuerdo entre el<br />

casto modo con que quería él su magnífico arte, y aquella fiesta discreta<br />

y generosa, en que se sentía el concurso como penetrado <strong>de</strong> respeto, en<br />

la esfera inquieta y <strong>de</strong>leitosa <strong>de</strong> lo extraordinario; Keleffy, aunque <strong>de</strong><br />

una manera apesarada y melancólica, y más <strong>de</strong> quien se aleja que <strong>de</strong> quien<br />

llega, toci, en el piano <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra negra, que bajo sus manos parecía<br />

a veces salterio, flauta a veces, y a veces órgano, algunas <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>licadas<br />

composiciones, no aquellas en que se hubiera dicho que el mar subía<br />

en montes y caia roto en cristales, o que braceaba un hombre con un toro,<br />

y le hendía el testuz, y ie doblaba las piernas, y lo echaba por tierra, sino<br />

aquellas otras flexibles fantasias que, a tener color, hubieran sido pálidas,<br />

y a ser cosas visibles, hubiesen parecido un paisaje <strong>de</strong> crepúsculo.<br />

En esto, se oyó en 1~1do el salón un rumor súhitol semejante aI que<br />

en días <strong>de</strong> fiestas nsciornles se oye en la muchedumbre <strong>de</strong> las plazas<br />

cuando rompe en un ramo <strong>de</strong> estrellas en el aire un fuego <strong>de</strong> artificio.<br />

iYa se sabia qu v en e! Instituto <strong>de</strong> la Merced habia una niña muy bella!<br />

que era Sol <strong>de</strong>l Valic; ípero no se sabia que era tsn bella! Y fue al<br />

pianí~; ;l~lr’!uc’ rll~i r:n 13 discípula querida <strong>de</strong>l Instituto y ninguna como<br />

elis :.~ltenc!ia aq:~ciia plegaria <strong>de</strong> Keleffy “iOh, madre mía!” y la tocó,<br />

trérr:üia al pri::ci;~o. olvidada <strong>de</strong>spuks en su música y por esto más bella;<br />

y ruar:!lu se ic:~~:~nti~ <strong>de</strong>l piano, el rumor fue <strong>de</strong> asombro ante la hermosura<br />

d,: la nifia, nu nlIte el talento <strong>de</strong> la pianista, no común por otra<br />

parle; y ~~~lelfy la miraba, como si con ella se fue-e ya una parte <strong>de</strong> 4;<br />

11 ni verla antlw, In concurrencia aplaudia, como si la música no hubiera<br />

cccarlf). o como si se sintiese favorecida por la visita <strong>de</strong> un ser <strong>de</strong> esferas<br />

r:lpïriorc-. u uryullosa <strong>de</strong> ser gente humana, cuando habia entre los seres<br />

huf~~;~i;os tun gran<strong>de</strong> hermosura.<br />

i, (,i>llilJ ?TZ1? iQui6n IU supo mejor que Keleffy! <strong>La</strong> mi& la miró<br />

Co!) tt]‘b ~e.~t!S~)f?l’d~JS y avar¡eIltOS. Era como una copa <strong>de</strong> nácar, en<br />

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