Volumen 18. Teatro - Novela - "La Edad de Oro"
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426 MARTÍ / LA EDAD DE ORO<br />
trabajando <strong>de</strong> joyeros, <strong>de</strong> torneros, <strong>de</strong> alfareros, <strong>de</strong> jugueteros, y por<br />
todas partes, alquilando el pollino, los burreros burlones, y allá arriba,<br />
envuelta en velos, la mora hermosa, que mira <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su balcón <strong>de</strong> persianas<br />
caladas?<br />
iOh, no hay tiempo! Tenemos que ir a ver la maravilla mayor, y el<br />
atrevimiento que ablanda al verlo el corazón, y hace sentir como <strong>de</strong>seo<br />
<strong>de</strong> abrazar a los hombres y <strong>de</strong> llamarlos hermanos. Volvamos al jardín.<br />
Entremos por el pórtico <strong>de</strong>l Palacio <strong>de</strong> las Industrias. Pasemos, con los<br />
ojos cerrados, por la galería <strong>de</strong> las catorce puertas, don<strong>de</strong> cada país<br />
exhibe sus trabajos mejores, y cada industria compuso la puerta <strong>de</strong> su<br />
<strong>de</strong>partamento, la platería mn platas y oros y dos columnas <strong>de</strong> piedra<br />
azul, la locería con porcelana y azulejos, la <strong>de</strong> muebles con ma<strong>de</strong>ra<br />
esculpida como hojas <strong>de</strong> flor, y la <strong>de</strong> hierro con picos y martillos, y la <strong>de</strong><br />
armas con ruedas, cureñas, balas y cañones, y así todas. Por un corredor<br />
que hace pensar en cosas gran<strong>de</strong>s, se va a la escalera que lleva al balcón<br />
<strong>de</strong>l monumento: se alzan los ojos: y se ve, llena <strong>de</strong> luz <strong>de</strong> sol, una sala <strong>de</strong><br />
hierro en que podrían moverse a la vez dos mil caballos, en que podrian<br />
dormir treinta mil hombres. iY toda está cubierta <strong>de</strong> máquinas, que<br />
dan vueltas, que aplastan, que silban, que echan luz, que atraviesan el<br />
aire calladas, que corren temblando por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la tierra! En cuatro<br />
hileras están en el centro las máquinas mayores. De un horno rojo les<br />
viene la fuerza. Viene por correas, que no se ven <strong>de</strong> lo ligeras que andan.<br />
De cuatro filas <strong>de</strong> postes cuelgan las ruedas <strong>de</strong> las correas. Alre<strong>de</strong>dor,<br />
unidas, están todas las máquinas <strong>de</strong>l mundo, las que hacen polvo <strong>de</strong><br />
acero, las que afilan las agujas. Unas mujeres <strong>de</strong> <strong>de</strong>lantal colorado<br />
trabajan el papel holandés. Un cilindro, que parece un elefante que se<br />
mueve, está cortando sobres. Un mortero separa el grano <strong>de</strong> trigo <strong>de</strong> la<br />
cáscara. Un anillo <strong>de</strong> hierro está en el aire por la electricidad, sin nada<br />
que lo sujete. Allí se fun<strong>de</strong>n los metales con que se hacen las letras <strong>de</strong><br />
imprimir, alli se hace el papel <strong>de</strong> tela o <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, alli la prensa imprime<br />
el diario, lo echa <strong>de</strong>l otro lado, lo <strong>de</strong>vuelve, húmedo. Una máquina echa<br />
aire en el pozo <strong>de</strong> una mina, para que no se ahoguen los mineros. Otra<br />
aplasta la caña, y echa un chorro <strong>de</strong> miel. iPues da ganas <strong>de</strong> llorar, el<br />
ver las máquinas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el balcón ! Rugen, susurran, es.ccmo la mar: el sol<br />
entra a torrentes. De noche, un hombre toca un botón, los dos alambres<br />
<strong>de</strong> la luz se juntan, y por sobre las máquinas, que parecen arrodilladas<br />
en la tiniebla, <strong>de</strong>rrama la claridad, colgado <strong>de</strong> la bóveda, el cielo eléctrico.<br />
Lejos, don<strong>de</strong> tiene Edison sus invenciones, se encien<strong>de</strong>n <strong>de</strong> un chispazo<br />
veinte mil luces, como una corona.<br />
LA EXPOSICIÓN DE PAF& 427<br />
Hay panoramas <strong>de</strong> Paris, y <strong>de</strong> Nápoles con su volcán, y <strong>de</strong>l Mont<br />
Blanc, que da frío verlo, y <strong>de</strong> la rada <strong>de</strong> Río Janeiro. Hay otro que es<br />
cn el centro como un puente <strong>de</strong> un buque, y parece por la pintura que<br />
está allí el buque entero, y el cielo y el mar. Hay el palacio <strong>de</strong> las pinturas<br />
finas <strong>de</strong> los acuarelistas, y otro, con adornos como <strong>de</strong> espejo, <strong>de</strong> los que<br />
pintan al pastel. Hay los dos pabellones <strong>de</strong> Paris, don<strong>de</strong> se apren<strong>de</strong> a<br />
Lns tejedoras kabilas<br />
cuidar una ciudad gran<strong>de</strong>. Hay talleres por los arrabales <strong>de</strong> la Exposición,<br />
don<strong>de</strong> se ve , i para que el egoísta aprenda a ser bueno!, el trabajo <strong>de</strong>l<br />
hombre en las minas <strong>de</strong> hulla, en el fondo <strong>de</strong>l agua, en los tanques don<strong>de</strong><br />
hierve, como fango, el oro. Hay, allá lejos, negras y feas, las hornalias<br />
don<strong>de</strong> echan el carbón para el vapor los hombres tiznados. Pero adon<strong>de</strong><br />
todos van es al campo que tiene <strong>de</strong>lante el palacio don<strong>de</strong> los soldados<br />
mancos y cojos cuidan la sepultura <strong>de</strong> piedra <strong>de</strong> Napoleón, ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong>