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Volumen 18. Teatro - Novela - "La Edad de Oro"

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349 XlARTí / LA EDAD DE ORO<br />

para que la gente <strong>de</strong> Francia no se olvidara <strong>de</strong> aquel gran valor. Y <strong>de</strong><br />

ahí vino el juego.<br />

Lo que no parece por cierto cosa <strong>de</strong> hombres es esa diversión en<br />

que están entretenidos los amigos <strong>de</strong> Enrique III, que también fue rey dc<br />

Francia, pero no un rey bravo y generoso como Enrique IV <strong>de</strong> Navarra.<br />

que vino <strong>de</strong>spués, sino un hombrecito ridículo, como esos que no piensan<br />

más que en peinarse y empolvarse como las mujeres, y en recortarse en<br />

pico la barba. En eso pasaban la vida los amigoa <strong>de</strong>l rey: en jugar y en<br />

pelearse por celos con los bufones <strong>de</strong> palacio, que les tenían odio por<br />

holgazanes, y se lo <strong>de</strong>cían cara a cara. <strong>La</strong> pobre Francia estaba en la<br />

miseria, y el pueblo trabajador pagaba una gran contribución, para que<br />

el rey y sus amigos tuvieran espadas <strong>de</strong> puño <strong>de</strong> oro y vestidos <strong>de</strong> seda.<br />

Entonces no había periódicos que dijeran la verdad. Los bufones eran<br />

entonces algo como los periódicos, y los reyes no los tenían sólo en sus<br />

palacios para que los hicieran reír, sino para que averiguasen lo que<br />

sucedía, y les dijesen a los caballeros las verda<strong>de</strong>s, que los bufones <strong>de</strong>cían<br />

como en chiste, a los caballeros y a los mismos reyes. Los bufones eran<br />

casi siempre hombres muy feos, o flacos, o gordos, o jorobados. Uno <strong>de</strong><br />

los cuadros más tristes <strong>de</strong>l mundo es el cuadro <strong>de</strong> los bufones que pintó<br />

el español Zamacois. Todos aquellos hombres infelices están esperando<br />

a que el rey los llame para hacerle reír, con sus vestidos <strong>de</strong> picos y <strong>de</strong><br />

campanillas, <strong>de</strong> color <strong>de</strong> mono o <strong>de</strong> cotorra.<br />

Desnudos como están son más felices que ellos esos negros que bailan<br />

en la otra lámina la danza <strong>de</strong>l palo. Los puebioe, lo mismo que los niños,<br />

necesitan <strong>de</strong> tiempo en tiempo algo así como correr mucho, reírse mticho<br />

y dar gritos y saltos. Es que en la vida no se pue<strong>de</strong> hacer todo lo que<br />

se quiere, y lo que se va quedando sin hacer sale así <strong>de</strong> tiempo en tiempo,<br />

como uua locura, Los moros tienen una fiesta <strong>de</strong> cabá!loa que llaman la<br />

“fantasía”. Otro pintor espaíiol ha pintado muy bien la fiesta: el pohrc<br />

Fortun)-. Se ve en el cuadro los moros que entran a escape en la ciudad.<br />

con los caballos tan locos como ellos, y ellos disparando al aire SUS<br />

espingardas, tendidos sobre el cuello <strong>de</strong> sus animal&, besándolos, mor-<br />

diéndolos, echándose al suelo sin parar la carrera, y volviéndose a montar.<br />

Gritan como si se les abriese el pecho. El aire se ve oscuro <strong>de</strong> la pólvora.<br />

Los hombres <strong>de</strong> todos los países, blancos o negros, japoneses o indios,<br />

necesitan hacer algo hermoso y atrevido, algo <strong>de</strong> peligro y movimiento,<br />

como esa danza <strong>de</strong>l palo <strong>de</strong> los negros <strong>de</strong> Nueva Zelandia. En Nueva<br />

Zelandia hay mucho calor, y los negros <strong>de</strong> allí son hombres <strong>de</strong> cuerpo<br />

arrogante, como los que andan mucho a pie, y gente brava, que pelea por<br />

<strong>La</strong> danza <strong>de</strong>l palo cn Nueva Zelandia

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