Volumen 18. Teatro - Novela - "La Edad de Oro"
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226 MARTf / NOVELA 227<br />
narse tan especialmente a Leonor, que algunas tar<strong>de</strong>s la <strong>de</strong>jaba a comer<br />
a su mesa, enviándola luego a doña Andrea con un afectuoso recado ; y<br />
un domingo la sacó a pasear en su carruaje, complaciéndose visiblemente<br />
aquel día en respon<strong>de</strong>r con su mejor sonrisa a todos los saludos.<br />
Porque 10s que poseen una buena condición, si bien la per@;uen<br />
implacablemente en los <strong>de</strong>más cuando por causa <strong>de</strong> la posición o edad<br />
<strong>de</strong> éstos teman que lleguen a ser rivales, se complacen, por el contrario,<br />
por una especie <strong>de</strong> prolongación <strong>de</strong> egoísmo y por una fuerza <strong>de</strong> atracción<br />
que parece incontrastable y <strong>de</strong> naturaleza divina, en reconocer y pro.<br />
clamar en otros la condición que ellos mismos poseen, cuando no pu&<br />
llegar a estorbarles.<br />
Se aman y admiran a ti propios en los que, fuera ya <strong>de</strong> este peligro<br />
<strong>de</strong> rivalidad, tienen las mismas condiciones <strong>de</strong> ellos. Los miran como<br />
una renovación <strong>de</strong> sí mismos, como un consuelo <strong>de</strong> sus faculta<strong>de</strong>s que<br />
<strong>de</strong>caen, como si se viesen aún a sí propios tales como son aquellas cria-<br />
turas nuevas, y no como ya van siendo ellos. Y las atraen a sí, y las<br />
retienen a su lado, como si quisiesen fijar, para que no se lea escapase,<br />
la condición que ya sienten que los abandona. Hay, a<strong>de</strong>más, gran motivo<br />
<strong>de</strong> orgullo en oír celebrar la especie <strong>de</strong> mérito por que uno se distingue.<br />
Verdad es que no había tampoco mejor manera <strong>de</strong> llamar la atención<br />
sobre sí que llevar cerca a Leonor. i Qué mirada, que parecía una plegaria!<br />
f Qué óvalo el <strong>de</strong>l rostro, más perfecto y puro! i Qué cutis, que parecía que<br />
daba luz! iQué encanto en toda ella, y qué armonía! De noche doña<br />
Andrea, que como a la menor <strong>de</strong> sus hijas la tuvo siempre en su lecho, no<br />
bien la veía dormida, la <strong>de</strong>scubría para verla mejor; le apartaba los<br />
cabellos <strong>de</strong> la frente y se los alzaba por <strong>de</strong>trás para mirarle el cuello, le<br />
tomaba las manos, como podía tomar dos tórtolas, y se las besaba cuida-<br />
dosamente; le acariciaba loa pies, y se los cubría a lentos besos.<br />
Alfombra hubiera querido ser doña Andrea, para que su hija no se<br />
lastimase nunca los pies, y para que anduviese sobre ella. Alfombra, cinta<br />
para su cuello, agria, aire, todo lo que ella tocase y necesitase para vivir,<br />
como si no tuviese otras hijas, quería ser para ella doña Andrea. Solía<br />
Leonor <strong>de</strong>spertarse cuando su madre estaba contemplándola <strong>de</strong> esta<br />
manera; y entreabriendo dichosamente los ojos amantes y atrayéndola a<br />
sí con sus brazos, se dormía otra vez, con la cabeza <strong>de</strong> su madre entre<br />
ellos; <strong>de</strong> su madre, que apenas dormía.<br />
iCómo no pa<strong>de</strong>cería la pobre señora cuando la directora <strong>de</strong>l colegio,<br />
estando ya Leonor en sus trece años, la vino a ver, como quien hace un<br />
gran servicio, y en verdad para el porvenir <strong>de</strong> Leonor lo era, para que<br />
le permitiese retener a Leonor en el colegio como alumna interna! En<br />
el primer instante, doña Andrea se sintió caer al suelo, y, sin palabras, se<br />
quedó mirando a la directora fijamente, como a una enemiga. De pensarlo<br />
no más, ya le pareció que le habían sacado el corazón <strong>de</strong>l pecho.<br />
Balbuceó las gracias. <strong>La</strong> directora entendió que aceptaba.<br />
-Leonor, doña Andrea, está <strong>de</strong>stinada por su hermosura a llamar<br />
la atención <strong>de</strong> una manera extraordinaria. Es niña todavía, y ya ve Vd.<br />
como anda por la ciudad la fama <strong>de</strong> su belleza. Vd. compren<strong>de</strong> que a mí<br />
me es más costoso tenerla en el colegio como a interna; pero creo <strong>de</strong> mi<br />
<strong>de</strong>ber, por cariño a Vd. y al señor D. Manuel, acabar mi obra.<br />
Y la madre parecía que quería a<strong>de</strong>lantar una objeción; y la mujer<br />
hermosa, que en realidad, en fuerza <strong>de</strong> la plácida beldad <strong>de</strong> Leonor, había<br />
concebido por ella un tierno afecto, <strong>de</strong>cía precipitadamente estas buenas<br />
razones, que la madre veía lucir <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sí, como puñales encendidos.<br />
-Porque Vd. ve, doña Andrea, que la posición <strong>de</strong> Leonor en el<br />
mundo, va a ser sumamente <strong>de</strong>licada. <strong>La</strong> situación a que están Vds.<br />
reducidas las obliga a vivir apartadas <strong>de</strong> la sociedad, y en una esfera en<br />
que, por su misma distinción natural y por la educación que está reci-<br />
biendo, no pue<strong>de</strong> encontrar marido proporcionado para ella. Acabando<br />
<strong>de</strong> educarse en mi colegio como interna, se rozará mucho más, en estos<br />
tres años, con las niñas más elegantes y ricas <strong>de</strong> la ciudad, que se harán<br />
sus amigas íntimas; yo misma iré cuidando especialmente <strong>de</strong> favorecer<br />
aquellas amista<strong>de</strong>s que le puedan convenir más cuando salga al mundo,<br />
y le ayu<strong>de</strong>n a mantenerse en una esfera a que <strong>de</strong> otro modo, sin más que<br />
su belleza, en la posición en que Vds. están, no podría llegar nunca. Her-<br />
mosa e inteligente como es, y moviéndose en buenos círculos, será mucho<br />
más fácil que inspire el respeto <strong>de</strong> jóvenes que <strong>de</strong> otro modo la persé-<br />
guirían sin respetarla, y encuentre acaso entre e!los el marido que la<br />
haga venturosa. iMe espanta, doña Andrea, dijo la directora que obser-<br />
vaba el efecto <strong>de</strong> sus palabras en la pobre madre, me espanta pensar en<br />
la suerte que correría Leonor, tan hermosa como va a ser, en el <strong>de</strong>samparo<br />
en que tienen Vds. que vivir, sobre todo si llegase Vd. a faltarle! Piense<br />
Vd. en que necesitamos protegerla <strong>de</strong> su misma hermosura.<br />
Y la directora, ya apiadada <strong>de</strong>l gran dolor reflejado en las facciones<br />
<strong>de</strong> doña Andrea, que no tenía fuerzas para abrir los labios, ya <strong>de</strong>seosa<br />
<strong>de</strong> alcanzar con halagos su anhelo, había tomado las manos <strong>de</strong> doña<br />
Andrea, y se las acariciaba bondadosamente.<br />
Entró Leonor en este instante, y en el punto <strong>de</strong> verla, fue como si<br />
los torrentes <strong>de</strong> llanto apretados por la agonía se saliesen al fin <strong>de</strong> sus