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El Humanista ubetense Juan Pasquau Guerrero y su época

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academias privadas <strong>ubetense</strong>s de entonces y muchas cerraron <strong>su</strong>s puertas. Una de<br />

las afectadas fue la de <strong>Juan</strong> Antonio <strong>Pasquau</strong>, tema sobre el que volveremos.<br />

Por entonces la economía familiar no era demasiado desahogada, aunque<br />

les quedaba alguna propiedad rústica. Acaso por eso la familia <strong>Pasquau</strong>-<strong>Guerrero</strong><br />

se trasladó a otra casa, más pequeña que el palacete Ordóñez Sandoval pero nueva<br />

y cómoda, también alquilada, en la calle Obispo Toral, donde le sorprendió la<br />

muerte en 19 1. Una nota necrológica, publicada en Vida Nueva, se lamentaba<br />

de la triste pérdida de «Don <strong>Juan</strong> Antonio <strong>Pasquau</strong>». La redactaban «los cajistas»,<br />

señalando que «tenemos muchas deudas contraídas con Don <strong>Juan</strong> <strong>Pasquau</strong>;<br />

pero muchas más los que pertenecemos a la imprenta y diario donde se edita la<br />

Provincia, con el que convivimos mucho tiempo(...) él fue para nosotros nuestro<br />

maestro, nuestro consejero, nuestro defensor». Noticia que ratifica la conciencia<br />

social que caracterizó a este científico, también brillante colaborador del periódico<br />

la Provincia, en el que, muy pronto, <strong>su</strong> hijo <strong>Juan</strong> <strong>Pasquau</strong> <strong>Guerrero</strong> publicaría <strong>su</strong>s<br />

primeros escritos.<br />

De la personalidad de este científico hay muchos más testimonios. Todos<br />

indican que fue un caballero justo, íntegro, muy sencillo en el trato, comprometido<br />

con <strong>su</strong>s ideas políticas y de gran conciencia social. Su casa se llenaba de gente<br />

humilde. A todos los recibía con llaneza y les invitaba a sentarse a hablar con él en<br />

la mesa de camilla en los fríos inviernos <strong>ubetense</strong>s. La familia recuerda de él que<br />

no toleraba que ninguno de <strong>su</strong>s hijos llamara a <strong>su</strong>s visitantes por los motes que<br />

entonces eran tan comunes en el pueblo, y que una de las raras ocasiones en las<br />

que dio un manotazo a <strong>su</strong> hijo Cristóbal fue porque llamó «Churrero» a uno de los<br />

invitados de <strong>su</strong> padre. Era tan pacífico y tolerante con los niños que esto llamaba<br />

la atención de los que le trataron. Pero la tolerancia se volvía ira si alguien intentaba<br />

sobornarle en el ejercicio de la política. Tal <strong>su</strong>cedió con un personaje, cuyo<br />

nombre omito por respeto a <strong>su</strong>s descendientes, a quien despidió con malos modos<br />

cuando se atrevió a <strong>su</strong>gerirle algo que no era legal. Fue concejal y alcalde, por el<br />

partido liberal monárquico, en varias legislaturas, como hemos visto recogido en la<br />

prensa local. Los miembros de la oposición le temían por la firmeza y claridad con<br />

que exponía <strong>su</strong>s ideas, llegando a agredirlo por la calle alguna vez. Sus familiares<br />

recordaban que una noche volvió a casa con signo de haber sido golpeado. En la<br />

familia se sabía que los agresores, opositores políticos, eran padres de compañeras<br />

del colegio de las hijas de <strong>Juan</strong> Antonio. Pero él les habló esa misma noche para<br />

que entendieran que no debían guardar rencor a <strong>su</strong>s compañeras, pues no eran<br />

culpables de los errores de <strong>su</strong>s padres. Y les pidió que nunca mostraran hacia ellas<br />

el menos signo de malos modos. Unos consejos que calaron hondo en la forma de<br />

ser de <strong>su</strong>s hijos. Pues si algo caracterizó a todos, y particularmente a <strong>Juan</strong> <strong>Pasquau</strong>,<br />

fue <strong>su</strong> incapacidad para el rencor.<br />

Adela Tarifa Fernández

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