El Humanista ubetense Juan Pasquau Guerrero y su época

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Juan Pasquau acompaña a visitantes ilustres, en el oratorio de San Juan de la Cruz de Úbeda.
1 de noviembre de 19 8
recibió con satisfacción; acaso incluso le pesó la responsabilidad que representaba
en su vida ese estrecho vínculo con Úbeda. De lo que sí estoy segura, a la vista de
sus notas de aquellos días en el diario, es de que tanto honor no le hizo cambiar un
ápice su humildad, su sencillez de siempre, pues a Juan Pasquau los títulos y honores
no le afectaron en nada. Tenía clara, desde joven, su filosofía vital, marcada
por la impronta del humanismo cristiano. Los que le conocieron en vida, los que
hemos estudiado su obra, podemos asegurar que si Juan pecó de algo fue de no
dar importancia a lo que hacía; de no valorarse en la medida de lo que realmente
valía, como si usara en su vida cotidiana un viejo proverbio, atribuido a Pascal,
quien decía que la grandeza de un hombre consiste en saber reconocer su propia
pequeñez. Pero para conocer de veras de dónde procedían sus arraigados ideales, de
dónde emanaba su fuerza interior, nada mejor que recurrir a documentos íntimos,
a sus epistolario, por ejemplo. En la Semana Santa de este año escribió una carta
a un amigo que es su mejor testamento espiritual, y que reproducimos en parte
pues revela la coherencia vital de nuestro biografiado, cuando explica el verdadero
sentido de los desfiles pasionales:
«Querido amigo: Recibo tu amable escrito, al que tengo mucho gusto en contestar.
No me extraña nada el hecho de que te plantees dudas acerca de la eficacia, trascendencia
y sentido de las procesiones de Semana Santa, ni que pongas en tela
de juicio lo de que el pueblo sienta y viva y vibre al unísono con las conmemo-
Adela Tarifa Fernández