Migraciones indígenas - IIDH
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Instituto Interamericano de Derechos Humanos<br />
de las autoridades gubernamentales, propician una atmósfera de desprotección, de incertidumbre y<br />
de una ampliación cada vez más intolerable de las desigualdades. Las legislaciones migratorias, cada<br />
vez más parecidas a las viejas doctrinas de la seguridad, y el funcionar de las instituciones estatales<br />
en este campo, colocan a esta región bastante lejos del objetivo de un mejor estado de derecho y de la<br />
consolidación de un sistema verdaderamente de justicia. El trasfondo ideológico de esa precariedad<br />
jurídica está en la definición de la migración como un fenómeno dependiente de la lógica de la ganancia<br />
y no de criterios migratorios, o de equidad o de respecto a los derechos de las personas.<br />
<strong>Migraciones</strong> y ciudadanía: más preguntas que respuestas<br />
La ciudadanía ha sido entendida de manera fundamental como una relación política entre un<br />
individuo y una comunidad política, y se la define a partir de las circunstancias en las cuales ese<br />
individuo es considerado miembro de pleno derecho de esa comunidad, a la cual le debe lealtad de<br />
manera permanente 13 . Tal estatuto de ciudadanía está consignado a la integración del sujeto a una<br />
comunidad política que, desde los orígenes de la modernidad se resume en la forma del Estado nacional<br />
de derecho. La adhesión del ciudadano a la comunidad política, como conviene recordar, no se garantiza<br />
exclusivamente a partir de la aceptación del individuo de los principios relacionados con la justicia,<br />
como la abstracta legitimación del derecho, sino a partir de los lazos de pertenencia, que se derivan<br />
del reconocimiento común de raíces históricas tradicionales que “constituyen la otra cara del alma” 14 .<br />
Por eso, la ciudadanía se basa en una mezcla de elementos racionales tanto como irracionales, que<br />
producen un proceso de identificación colectiva entre quienes se consideran miembros iguales. El lado<br />
racional está representado por la existencia de un cuerpo social que garantiza la protección de quienes<br />
son considerados sus miembros; una sociedad que se debe expresar como justa para que sus miembros<br />
la consideren legítima. El lado irracional se asienta en la existencia de una serie de lazos de pertenencia,<br />
a partir de atributos no elegidos sino adscriptivos, y que suministran la base para la formación de la<br />
identidad común 15 . Son las instituciones, especialmente las del Estado, las que garantizan la fusión<br />
entre ambos lados de la ciudadanía. Por lo tanto, si el Estado pierde capacidad para representar,<br />
prodigar seguridad y garantizar la cohesión, la ciudadanía se desvanece y puede quedar reducida a un<br />
comunitarismo mítico con tendencias hacia el autoritarismo.<br />
En los diálogos más recientes sobre el concepto de la ciudadanía y del cuestionamiento a la<br />
volatilidad de la exclusividad territorial del Estado, frente a las fuerzas generadas por la globalización,<br />
ha habido movimientos en dos direcciones orientados al rescate de la ciudadanía; por una parte la<br />
disección del concepto en diferentes dimensiones y, por otra, su colocación en planos múltiples. Del<br />
concepto ya definido, restringido al ámbito político y cuyo desarrollo se funda en los siglos XVIII y<br />
XIX, se experimentó una separación funcional en el siglo XX, principalmente con la constatación de<br />
que la pertenencia plena a una comunidad, sirve de pretexto para justificar una “desigualdad social<br />
legitimada” 16 , por lo tanto se planteaba que puede considerarse como ciudadano pleno de derechos no<br />
solo a quien goza de los derechos civiles y derechos políticos, sino también de los derechos sociales:<br />
trabajo, educación, vivienda, salud, prestaciones sociales, cuya protección está también en manos del<br />
Estado nacional en su condición de Estado social de derecho 17 . Además de la dimensión de los derechos<br />
sociales, se ha añadido que la noción de la ciudadanía política también descuida otros ámbitos que<br />
adquieren una dimensión pública que son tanto las actividades económicas, como las nuevas formas de<br />
13 Derek Heather, Citizenship, Longmann, Londres, 1990, p. 246.<br />
14 Cortina, 1997, 31.<br />
15 Cortina, 34.<br />
16 Marshal, 1957.<br />
17 Bottomore, 1992.<br />
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