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política. La cara cultural de la definición se cristaliza en<br />

aquellas cláusulas relativas a las restricciones de "la expresión<br />

de la propia experiencia" y a los procesos que "obstaculizan<br />

la capacidad de las personas para jugar y <strong>com</strong>unicarse<br />

con otros o expresar sus sentimientos y perspectivas en contextos<br />

de la vida social donde otros pueden escucharlos".<br />

Estas cláusulas definen la opresión <strong>com</strong>o una restricción a<br />

la expresión y a la <strong>com</strong>unicación, arraigada en la ausencia<br />

del reconocimiento cultural. La cara político-económica, por<br />

el contrario, aparece en cláusulas referidas a restricciones a<br />

la posibilidad de "desarrollar y ejercer las propias capacidades"<br />

y a "procesos institucionales sistemáticos que impiden a<br />

las personas aprender y usar capacidades satisfactorias y<br />

expansivas en escenarios socialmente reconocidos." Estas<br />

cláusulas definen la opresión <strong>com</strong>o la restricción al desarrollo<br />

de capacidades de expansión, arraigada en las inequidades<br />

de la división del trabajo.<br />

Aquí, pues, podemos apreciar el doble enfoque de Young<br />

hacia la redistribución y el reconocimiento. Ha buscado con<br />

ello conjugar la cultura y la economía política bajo una definición<br />

única, aunque bipartita, de la opresión. Pero las dos caras<br />

no están adecuadamente integradas, y la definición contiene<br />

una tensión no resuelta. La dimensión cultural de la<br />

definición sugiere que las capacidades y habilidades de las<br />

personas oprimidas permanecen relativamente ilesas e intactas;<br />

adolecen principalmente de irrespeto y subvaloración de<br />

sus modos específicos de expresión cultural <strong>com</strong>o grupo. La<br />

cara político-económica, por el contrario, sugiere que ciertas<br />

capacidades para desarrollar habilidades están atrofiadas o<br />

no realizadas en las personas oprimidas; los oprimidos se ven<br />

afectados por la falta de oportunidades para crecer, aprender<br />

y desarrollar sus habilidades para el trabajo socialmente valioso.<br />

La cara cultural de la definición atañe entonces a un<br />

problema de subvaloración; la cara político-económica, por el<br />

contrario, atañe a un problema de subdesarrollo.<br />

Estas dos <strong>com</strong>prensiones de la opresión se encuentran<br />

claramente en mutua tensión. Y la tensión tiene consecuencias<br />

políticas significativas. Los acuerdos que afirman positivamente<br />

la cultura de los grupos oprimidos constituyen una<br />

solución plausible para la cara cultural de la opresión. Pero<br />

resultan ser una solución mucho menos plausible para la<br />

cara político-económica. La solución para este aspecto de la<br />

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