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Revista Quid 58

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vida a un anónimo héroe (gracias<br />

a la ficticia intervención del<br />

desaparecido escritor chileno<br />

Roberto Bolaños), fue<br />

acentuándose hasta llegar a su<br />

obra más reciente: El impostor.<br />

Aquí, Enric Marco, el<br />

protagonista, existe en realidad.<br />

Y eso es casi todo cuanto puede<br />

decirse de este personaje<br />

nonagenario que, cuarenta<br />

años antes, se fabricó una<br />

vida haciéndose pasar por una<br />

víctima de los campos nazis. Llegó a presidir asociaciones<br />

de supervivientes, dictó conferencias, y fue honrado con las<br />

más importantes distinciones, hasta que en 2005 se vio desenmascarado:<br />

Marco era un farsante. Cercas se obsesionó<br />

con su historia, y el resultado es un libro inclasificable, que<br />

puede ser leído como novela, crónica o historia. “Es lo que<br />

el lector decida que sea”, sentencia Cercas.<br />

–Tanto Soldados de Salamina como El impostor, que<br />

trabajan sobre el pasado y el presente, le han llevado<br />

un gran tiempo de gestación. ¿Cómo se ajusta el<br />

tiempo real a una novela de hechos reales? Hay cosas<br />

en que El impostor se parece a Soldados de Salamina, y<br />

otras en que son muy distintas. En El impostor el tiempo<br />

real es el tiempo de la novela. Yo no cambio nada, porque<br />

la primera regla que me he fijado es que todo será real<br />

menos cuando yo advierto al lector de que no lo es. O<br />

bien cuando Marco cuenta su verdad. ¿Por qué? Siempre<br />

insisto en apuntar que cada novela que escribo es distinta.<br />

Al sentarme a escribir pienso en la novela como un juego<br />

con unas reglas determinadas que sólo voy descubriendo<br />

a medida que escribo y que el lector descubrirá a medida<br />

que lee. Eso sí: las reglas siempre son distintas, no puede<br />

haber dos libros con las mismas reglas. La primera regla<br />

que establezco en El impostor es que todo lo que cuento<br />

allí es verdad. El motivo para ello es muy sencillo: estamos<br />

ante el mayor impostor de la historia, un hombre que no<br />

sólo ha mentido en relación a su paso por los campos de<br />

concentración nazi, sino desde el principio al final de su<br />

vida. Tomando en cuenta este dato para nada menor, no le<br />

encontraba el menor sentido a escribir una ficción sobre<br />

otra ficción, me parecía no sólo redundante sino literariamente<br />

irrelevante. ¿Para qué inventar un Marco cuando<br />

tengo al Marco real frente a mí? Sería absurdo.<br />

–¿Cuál fue el desafío que motivó entonces escribir El<br />

impostor? Me resultó interesante poner a batallar la novela,<br />

la verdad y la ficción. Es cierto que esto ocurre también<br />

en Soldados de Salamina, pero la diferencia es que allí<br />

vence la ficción y aquí la realidad, por motivos vinculados a<br />

la propia naturaleza del material al que me enfrentaba. En<br />

el caso de Soldados… hay un momento en que los hechos<br />

verificables de la historia ya no pueden ir más allá, y entonces<br />

llega la ficción y con sus focos ilumina esas zonas de<br />

sombra. Mientras que en El impostor es la realidad la que<br />

gana, porque estamos ante una inmensa ficción ambulante.<br />

De lo que se trata es de reconstruir la verdad.<br />

–El personaje de Marco es fascinante, tiene algo de<br />

Zelig… En efecto, se le parece mucho, es una suerte de<br />

camaleón humano.<br />

–A la vez lo definía como la reinvención del Quijote...<br />

Lo es, un personaje absolutamente quijotesco. Aunque<br />

pensándolo bien, más que al Quijote, Marco se parece a<br />

Alonso Quijano, que es el verdadero Don Quijote. Quijano<br />

es un señor que se pasa hasta los 50 años leyendo novelas<br />

de caballería encerrado en un pueblo de la Mancha. Pero<br />

a los 50 años decide que se acabó. La gente piensa que lo<br />

que define a Don Quijote (o a Alonso Quijano) es que no<br />

puede diferenciar entre realidad y ficción, y esto es una<br />

falsedad absoluta. Lo que pretende Don Quijote es realizar<br />

las ficciones, es decir, llevar a la vida todas las cosas con<br />

las que ha soñado. Y entonces se inventa un personaje que<br />

vivirá aquellas vidas con las que soñó. Marco es lo mismo:<br />

un tipo que hasta los 50 años lleva una vida perra (porque<br />

su madre está loca, porque nace en un manicomio, porque<br />

pierde una guerra, porque se pasa treinta años, como Don<br />

Quijote, encerrado en un cuchitril abyecto, etc.). A los 50<br />

años, cuando España se está reinventando al pasar de una<br />

dictadura a la democracia, dice: “Bueno, se acabó, ahora<br />

voy a vivir la vida de héroe que siempre he soñado”. Y el<br />

tipo va, y como Alonso Quijano, se inventa una personalidad:<br />

Enrique Marcos pasa a ser Enric Marco, un héroe de<br />

la guerra, un héroe del antifranquismo, una víctima de los<br />

nazis. No sólo se crea un personaje nuevo, sino que se dota<br />

de una nueva personalidad, de un trabajo nuevo. Cambia<br />

de casa, de ciudad, de mujer (se consigue una treinta años<br />

más joven que él) y llega a ser el héroe que siempre se<br />

imaginó. Es más, llega a ser secretario general de la CNT,<br />

el sindicato del gobierno que pretendía la revolución.<br />

–Y al escribir la historia, ¿usted se ha sentido como<br />

Pierre Menard, ese personaje de Borges que se decía<br />

autor del Quijote? (Risas) No sé bien qué he sentido yo.<br />

A veces me he sentido un sinvergüenza. Sí. Gente que ha

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