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vida a un anónimo héroe (gracias<br />
a la ficticia intervención del<br />
desaparecido escritor chileno<br />
Roberto Bolaños), fue<br />
acentuándose hasta llegar a su<br />
obra más reciente: El impostor.<br />
Aquí, Enric Marco, el<br />
protagonista, existe en realidad.<br />
Y eso es casi todo cuanto puede<br />
decirse de este personaje<br />
nonagenario que, cuarenta<br />
años antes, se fabricó una<br />
vida haciéndose pasar por una<br />
víctima de los campos nazis. Llegó a presidir asociaciones<br />
de supervivientes, dictó conferencias, y fue honrado con las<br />
más importantes distinciones, hasta que en 2005 se vio desenmascarado:<br />
Marco era un farsante. Cercas se obsesionó<br />
con su historia, y el resultado es un libro inclasificable, que<br />
puede ser leído como novela, crónica o historia. “Es lo que<br />
el lector decida que sea”, sentencia Cercas.<br />
–Tanto Soldados de Salamina como El impostor, que<br />
trabajan sobre el pasado y el presente, le han llevado<br />
un gran tiempo de gestación. ¿Cómo se ajusta el<br />
tiempo real a una novela de hechos reales? Hay cosas<br />
en que El impostor se parece a Soldados de Salamina, y<br />
otras en que son muy distintas. En El impostor el tiempo<br />
real es el tiempo de la novela. Yo no cambio nada, porque<br />
la primera regla que me he fijado es que todo será real<br />
menos cuando yo advierto al lector de que no lo es. O<br />
bien cuando Marco cuenta su verdad. ¿Por qué? Siempre<br />
insisto en apuntar que cada novela que escribo es distinta.<br />
Al sentarme a escribir pienso en la novela como un juego<br />
con unas reglas determinadas que sólo voy descubriendo<br />
a medida que escribo y que el lector descubrirá a medida<br />
que lee. Eso sí: las reglas siempre son distintas, no puede<br />
haber dos libros con las mismas reglas. La primera regla<br />
que establezco en El impostor es que todo lo que cuento<br />
allí es verdad. El motivo para ello es muy sencillo: estamos<br />
ante el mayor impostor de la historia, un hombre que no<br />
sólo ha mentido en relación a su paso por los campos de<br />
concentración nazi, sino desde el principio al final de su<br />
vida. Tomando en cuenta este dato para nada menor, no le<br />
encontraba el menor sentido a escribir una ficción sobre<br />
otra ficción, me parecía no sólo redundante sino literariamente<br />
irrelevante. ¿Para qué inventar un Marco cuando<br />
tengo al Marco real frente a mí? Sería absurdo.<br />
–¿Cuál fue el desafío que motivó entonces escribir El<br />
impostor? Me resultó interesante poner a batallar la novela,<br />
la verdad y la ficción. Es cierto que esto ocurre también<br />
en Soldados de Salamina, pero la diferencia es que allí<br />
vence la ficción y aquí la realidad, por motivos vinculados a<br />
la propia naturaleza del material al que me enfrentaba. En<br />
el caso de Soldados… hay un momento en que los hechos<br />
verificables de la historia ya no pueden ir más allá, y entonces<br />
llega la ficción y con sus focos ilumina esas zonas de<br />
sombra. Mientras que en El impostor es la realidad la que<br />
gana, porque estamos ante una inmensa ficción ambulante.<br />
De lo que se trata es de reconstruir la verdad.<br />
–El personaje de Marco es fascinante, tiene algo de<br />
Zelig… En efecto, se le parece mucho, es una suerte de<br />
camaleón humano.<br />
–A la vez lo definía como la reinvención del Quijote...<br />
Lo es, un personaje absolutamente quijotesco. Aunque<br />
pensándolo bien, más que al Quijote, Marco se parece a<br />
Alonso Quijano, que es el verdadero Don Quijote. Quijano<br />
es un señor que se pasa hasta los 50 años leyendo novelas<br />
de caballería encerrado en un pueblo de la Mancha. Pero<br />
a los 50 años decide que se acabó. La gente piensa que lo<br />
que define a Don Quijote (o a Alonso Quijano) es que no<br />
puede diferenciar entre realidad y ficción, y esto es una<br />
falsedad absoluta. Lo que pretende Don Quijote es realizar<br />
las ficciones, es decir, llevar a la vida todas las cosas con<br />
las que ha soñado. Y entonces se inventa un personaje que<br />
vivirá aquellas vidas con las que soñó. Marco es lo mismo:<br />
un tipo que hasta los 50 años lleva una vida perra (porque<br />
su madre está loca, porque nace en un manicomio, porque<br />
pierde una guerra, porque se pasa treinta años, como Don<br />
Quijote, encerrado en un cuchitril abyecto, etc.). A los 50<br />
años, cuando España se está reinventando al pasar de una<br />
dictadura a la democracia, dice: “Bueno, se acabó, ahora<br />
voy a vivir la vida de héroe que siempre he soñado”. Y el<br />
tipo va, y como Alonso Quijano, se inventa una personalidad:<br />
Enrique Marcos pasa a ser Enric Marco, un héroe de<br />
la guerra, un héroe del antifranquismo, una víctima de los<br />
nazis. No sólo se crea un personaje nuevo, sino que se dota<br />
de una nueva personalidad, de un trabajo nuevo. Cambia<br />
de casa, de ciudad, de mujer (se consigue una treinta años<br />
más joven que él) y llega a ser el héroe que siempre se<br />
imaginó. Es más, llega a ser secretario general de la CNT,<br />
el sindicato del gobierno que pretendía la revolución.<br />
–Y al escribir la historia, ¿usted se ha sentido como<br />
Pierre Menard, ese personaje de Borges que se decía<br />
autor del Quijote? (Risas) No sé bien qué he sentido yo.<br />
A veces me he sentido un sinvergüenza. Sí. Gente que ha