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Revista Quid 58

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Pompeyo Audivert<br />

UN PIEDRAZO<br />

en el espejo<br />

En tanto participa de varias obras, y a poco de haber interpretado a uno de Los siete locos, de Arlt<br />

en televisión, el actor, director y dramaturgo da cuenta de su relación con el teatro basada en la indagación,<br />

el cruce con la filosofía y la política y la experimentación<br />

POR Nancy Giampaolo<br />

–Usted tiene una visión particular del teatro en términos<br />

teóricos, pero de ningún modo es una visión disociada de<br />

la experiencia… En Muñeca puedo poner en juego la visión<br />

que tengo del teatro como máquina de escrutación metafísica,<br />

como el lugar al que vamos a preguntarnos: ¿quiénes<br />

somos?, ¿de dónde venimos?, ¿adónde vamos?, ¿qué estamos<br />

haciendo? Creo que el teatro está para intensificar poéticamente<br />

esas preguntas, ese es su sentido. Cuando se apaga la<br />

luz antes de empezar la obra que fuere, en ese instante donde<br />

se suspende el tiempo histórico, sentimos la sensación de estar<br />

en otro sitio, en ese lugar sin nombre al que pertenecemos<br />

y del que venimos. El ritual del teatro nos ayuda a suspender<br />

la identificación con la máscara que nos protege, nos permite<br />

alcanzarnos en otra latitud.<br />

–¿Cómo trabajó la obra? Trabajamos durante dos años.<br />

El primer año en el marco de una varieté metafísica que<br />

hacíamos en mi estudio probamos algunas escenas sueltas,<br />

ahí nos dimos cuenta de que estábamos ante un material muy<br />

potente. El segundo año fue de experimentación y montaje.<br />

Fue arduo y placentero. Creo que el grotesco y el sainete son<br />

nuestra expresión teatral por excelencia y por herencia, pero<br />

como toda herencia viene medio envenenada de mandato<br />

histórico, hay que tener cuidado de que no nos implique en<br />

el realismo costumbrista, esa forma nostálgica y atrasada del<br />

nacionalismo. Lo que intentamos hacer fue llevar el grotesco<br />

a una dinámica poetizante, cruzarlo con otros niveles de<br />

producción que veníamos investigando.<br />

–¿Qué le atrajo de la original de Discépolo? Me gustan los<br />

materiales de este tipo aparentemente inofensivos pero con<br />

una carga dramática muy poderosa, Muñeca parece ser casi<br />

un folletín romántico, un drama sentimental pero esconde<br />

una tragedia metafísica. Funciona como un caballo de<br />

Troya, uno cree estar asistiendo a una escena convencional<br />

y cuando menos se lo espera, se desata otra percepción, se<br />

abren otras perspectivas. El tema que me resulta central es<br />

el de la máscara como frontera entre la identidad histórica y<br />

la sagrada, Anselmo es un oligarca riquísimo encerrado en un<br />

cuerpo espantoso y para colmo enamorado de una chica que<br />

le han entregado casi como un regalo para calmarlo, él siente<br />

su cuerpo como una condena, lo rechaza como identidad, se<br />

siente otro, el de adentro, el que está atrás de la careta. Vaya<br />

una situación dramática y teatral. ¿Quién no ha sentido la<br />

extraña sensación de no ser el que le devuelve el espejo? Muñeca<br />

también produce resonancias pirandelianas, la sospecha<br />

de que el mundo es una construcción teatral, y nosotros solo<br />

actores puestos aquí para unos fines que nunca se nos revelan,<br />

el destino del que hablaban los griegos. Estas cuestiones<br />

a la vez permiten aludir a una circunstancia de agotamiento<br />

y de debilidad existencial del frente histórico, Muñeca habla<br />

también de una alta clase social todopoderosa que intenta<br />

darse aliento y perspectiva a través de la política como ficción<br />

teatral decadente que barre debajo de la alfombra la sangre<br />

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