25.06.2015 Views

Revista Quid 58

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

apreciado mucho el libro, y que ha escrito con gran entusiasmo<br />

sobre él, no ha dejado de reprocharme una cierta<br />

crueldad con el personaje. Y en parte tienen razón. Las<br />

reglas del juego indicaban que yo tenía que despojarme de<br />

todas sus obsesiones, y ahí hubo una parte de crueldad. En<br />

un momento, él me dice: “Por favor, déjame algo”. Algo de<br />

todos los oropeles que se había inventado. En ese momento<br />

me sentí un sinvergüenza, un cabrón. Y sin embargo, no<br />

tenía más remedio: él me había metido en un lío. Eso es lo<br />

que sentí. No podía traicionar lo que él mismo había creado.<br />

Es verdad entonces que en la primera parte del libro<br />

hay cierto espíritu despiadado, pero creo que eso luego<br />

evoluciona hacia otra cosa: un intento serio de comprensión,<br />

de entender por qué ese personaje hizo lo que hizo,<br />

lo cual no tiene nada que ver con justificar, es más bien lo<br />

contrario. Creo también que hay compasión, en el sentido<br />

de empatizar con él, de ponerme en su piel, lo que es la<br />

obligación de cualquier escritor. Incluso diría que al final,<br />

por momentos, hay una suerte de secreta admiración: ese<br />

tipo acaba convertido en una suerte de héroe amoral. Lo<br />

que está diciendo es: “Eres un cabrón, aferrado a valores<br />

pequeño-burgueses como respetar la verdad y yo qué sé,<br />

pero lo cierto es que deseas haber estado en mi lugar,<br />

como todo el mundo, lo que sueñan es ser como yo”. Nos<br />

dice que la vida y los sueños están por encima de todo, y al<br />

final acaba convertido en un héroe amoral, un héroe<br />

nietzscheano. ¿Cómo me sentí yo? De muchas maneras<br />

distintas, pero fundamentalmente sentí que tenía entre<br />

manos un personaje con el que nunca volvería a lidiar.<br />

–Hay un diálogo con la novela del francés Emmanuel<br />

Carrère, Limonov, quien también trabaja con un<br />

personaje exuberante de la vida real. La pregunta, en<br />

ambos casos, sería ¿hasta qué punto ser fiel o no a esas<br />

historias tan al límite? Yo intento pintar a este personaje<br />

con la mayor complejidad posible. Y además, otra cosa que<br />

me parece vital: que el lector no permanezca ajeno a la<br />

historia, que no la mire desde afuera. No que diga: “¡Wow,<br />

qué personaje fascinante, o qué historia increíble!”. O<br />

que lo diga, pero que no se quede sólo con eso, sino que<br />

vea en este hombre un espejo de lo que él es también.<br />

Por eso me meto dentro del libro para arrastrar al lector y<br />

decirle: “Sí, sí, este hombre es un monstruo, este hombre<br />

es un impostor, un ególatra atroz, un mentiroso compulsivo,<br />

pero tú no eres tan distinto”. Yo no soy distinto, pero<br />

tú tampoco. Me gustaría tomar al lector por las solapas<br />

y sacudirlo, agitarlo, y para eso es imprescindible que yo<br />

me meta en la historia, porque si yo no voy a ser el primer<br />

impostor, no veo porque tenga que serlo el lector.<br />

–Así como Macbeth representa una hipérbole de la<br />

ambición, Marco sería lo mismo respecto a la impostura…<br />

Exactamente. Así como todos tenemos algo de<br />

Macbeth –y por eso nos fascina tanto–, todos tenemos algo<br />

de impostores, todos nos mentimos y somos novelistas de<br />

nosotros mismos.<br />

–En Argentina como en España, vemos aparecer y desaparecer<br />

constantemente personajes cuya impostura<br />

es fomentada y manejada por los medios. ¿Marco sería<br />

también un ejemplo de ello? Por supuesto, y no se trata<br />

simplemente de un fenómeno argentino o español, sino un<br />

fenómeno universal que define nuestro tiempo. Vivimos<br />

en una sociedad completamente mediática donde los<br />

medios de comunicación cuentan con un poder como no<br />

han tenido nunca en la historia. Es obvio que los medios<br />

no sólo reflejan la realidad, sino que también la fabrican.<br />

Y aquello que no existe en los medios de comunicación,<br />

simplemente no existe. Marco se da cuenta muy pronto de<br />

esto, y se convierte en un mediópata, es decir, se convierte<br />

en la expresión más cabal de la enfermedad de nuestro<br />

tiempo: vivimos en una sociedad de mediópatas. Es<br />

preciso aclarar que el dominio absoluto de los medios de<br />

comunicación también tiene cosas buenas, y hay que decirlo.<br />

Hoy tenemos la capacidad de controlar como nunca<br />

al poder. La cuestión es que sepamos ejercerlo. Pero por<br />

otro lado, tiene cosas muy malas, directamente terroríficas.<br />

Por ejemplo, lo que para mí es una cuestión fundamental,<br />

creo que los medios nos imponen una suerte de dictadura<br />

del presente. Para mí esto ha sido una obsesión desde<br />

Soldados de Salamina hasta aquí, aunque no sé si era muy<br />

consciente de ello y está en mis libros. La idea es que los<br />

medios de comunicación, que lo dominan todo, transmiten<br />

que el presente sólo se entiende con el presente. Y eso es<br />

absolutamente falso, aunque<br />

los medios nos quieran<br />

hacer creer que lo que pasó<br />

ayer es el pasado y lo de una<br />

semana atrás es la prehistoria.<br />

Lo que ocultan es que<br />

ese pasado que se niegan a<br />

reconocer, no sólo es una dimensión<br />

del presente, sino<br />

que es constitutivo de él.<br />

Faulkner diría: “El pasado<br />

no pasa nunca. Ni siquiera<br />

es pasado”. Nos encontra-<br />

27

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!