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Revista Quid 58

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traductor de las obras de Borges y Cortázar y miembro<br />

del Consejo Presidencial de la Lengua Rusa, entre otros<br />

desempeños editoriales.<br />

–Traductor, editor, gestor cultural, ensayista… ¿cuál<br />

es su mayor disfrute dentro de su amplia labor literaria?<br />

Me gustan varias cosas, lo administrativo también me<br />

gusta porque puedo hacerlo con el apoyo de mis compañeros,<br />

mucho más de lo que puedo hacer yo mismo. Me<br />

interesa también artísticamente. Soy director del Instituto<br />

de Literatura Rusa que metafóricamente es el corazón de<br />

la “idea” rusa, tengo llaves para abrir algunas puertas y dar<br />

a conocer a los otros lo que aún no ha aparecido. En Rusia<br />

lo que falta es la conducción literaria y me parece importante<br />

realizar esta labor.<br />

–Y en cuanto a su obra más secreta –como diría Pierre<br />

Menard, el personaje de Borges–, la obra oculta y permanente…<br />

Es parecida, hace diez años que estoy con ella:<br />

una traducción de la obra de Santa Teresa. Al ser hombre,<br />

tengo amigas que me dicen que no lograré comprender<br />

del todo su significado. Hay algunas calificaciones que<br />

impiden salir al hombre de su frontera creativa, al revés de<br />

lo que se piensa con respecto a la mujer. Puede que haya<br />

algo de verdad, pero no siempre. Creo haber encontrado<br />

el modo de comprender y traducir la obra de Santa Teresa.<br />

Lo que me falta es el tiempo, pero al menos, como se sabe<br />

que yo lo estoy haciendo, los demás no lo hacen.<br />

–¿Y cuál es su relación actual con Don Quijote? Ah, es<br />

permanente y al mismo tiempo, tengo que descansar de<br />

mis investigaciones. Es como cuando cavas un pozo con<br />

una pala, y te das cuenta de que cada vez hay mayor profundidad,<br />

pero necesitas dejar un rato la herramienta a un<br />

costado. También cansa cavar. De todas maneras, siempre<br />

me interesó y me sigue interesando el quijotismo como<br />

fenómeno de la cultura rusa.<br />

–¿Cuándo fue su primera lectura? Fue en el colegio, y<br />

la primera vez no entendí nada. Lo leí como un libro de<br />

aventuras. Después, en la facultad, volví a encontrarme<br />

con él, pero como lo tenía que leer para las clases, no<br />

llegaba del todo al sentimiento del libro. El claustro no es<br />

bueno para el amor. Sólo más tarde me gustó, cuando lo<br />

encontré como tema. El tema que me interesaba con respecto<br />

a la idea rusa, tanto política como literaria. La idea<br />

de que los rusos querían ser como Don Quijote, eran el<br />

personaje de Cervantes. Por eso mi libro sobre el Quijote<br />

se titula El Quijote vivido por los rusos, porque en Rusia<br />

es una novela que se la considera una bitácora de la vida.<br />

Pero la edición que apareció en España no llegó a<br />

comprender este efecto de la literatura en nuestra gente,<br />

al menos no parece haberlo hecho porque le cambió el<br />

título por El Quijote visto por los rusos.<br />

–Sirviéndome del error, ¿cuál sería la diferencia,<br />

qué entiende por “vivido”? Es también lo que se gesta<br />

en Rusia durante el siglo XIX, con Pushkin, Gogol,<br />

Dostoievski y Turgueniev, nuestro famoso “siglo de oro”<br />

donde aparece esta “idea rusa”, una idea que busca salvar<br />

a Occidente. Salvar a la pobre gente que después de la<br />

Revolución Francesa, perdió sus valores tradicionales. Eso<br />

vieron en Don Quijote de Cervantes: un héroe fantástico,<br />

idealista, que se gasta toda su vida para salvar al prójimo.<br />

Chéjov recomendaba la lectura del Quijote como primordial.<br />

Y es importantísimo el texto de Turgueniev donde<br />

establece dos tipologías, la del Quijote, el hombre libre y<br />

lleno de ilusión, y Hamlet, totalmente opuesto.<br />

–Es un texto maravilloso, y siempre me llamó la atención<br />

que fuera Turgueniev quien los reuniera, como si<br />

sólo un escritor ruso pudiera establecer de esa manera<br />

las dos veredas de la existencia, como dos posturas radicalmente<br />

distintas: la del entusiasmo, el idealismo, el<br />

pensar en el prójimo (Don Quijote) frente a la ironía,<br />

el egoísmo, el pensamiento sobre sí mismo (Hamlet).<br />

¿Se puede decir que Don Quijote es un héroe de la palabra?<br />

Sí, pero es más todavía… ¡él quiere ayudar! Quiere<br />

hacer hechos con la palabra… Es un personaje de ideales<br />

concretos. Nuestros escritores también querían cambiar<br />

la realidad con las palabras, en Rusia y en el mundo. La<br />

palabra como principio del cambio.

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