! Ii IJosé IngenierosfAlllertoG~rchunDff ]JIuna novela deManuel GálveiSeguimos creyendo<strong>que</strong> es indispensable volvera las novelas argentinas,las <strong>me</strong>morias, losdiarios, en busca de materialessociológicos otestimoniales <strong>que</strong> sirvanpara explicar la evolucióndel pais, el proceso de lasideas de cada época, lavida cotidiana, todo lo<strong>que</strong>, en conjunto, es, conmayúscula o minúscula,verdadera historia ...Manuel Gálvez, en sus<strong>me</strong>morias y novelas, proporcionainteresantesele<strong>me</strong>ntos docu<strong>me</strong>ntales.No se trata de ensayar a sualrededor un juicio estético-<strong>que</strong> corresponde aotros objetivos- sino derastrear lo <strong>que</strong> en su obrahay de útil para explicarnuestro estilo de vida,nuestra evolución nacional.En su novela El mal<strong>me</strong>tafisico (en otros términos,el "mal" de soñar,de ilusionarse, de escribirpoemas, la dulce fiebre dela creación literaria), obrapublicada en Buenos Aires,en 1916 (SociedadCooperativa "Nosotros",Libertad 543)aparecen algunos personajes<strong>que</strong> luego "hicieronhistoria" en las letras o enla politica, entre ellos,José Ingenieros y AlbertoGerchunoff. apenas disimuladascon falsos apellidosmás o <strong>me</strong>nos transparentes.José Ingenieroses denominado "Escribanos",y Alberto Gerchunoffes nombrado"Abraham Orlo"".En los retratos, Gálvezes veraz, incisivo y hastaimpertinente. Vuelca, enalgunos de ellos, inevitable<strong>me</strong>nte-como lo hizoen sus <strong>me</strong>morias-, algún ¡resentimiento por uno <strong>que</strong>otro encontronazo con elpersonaje, como el <strong>que</strong>tuvo con Lugones. Pero,de cualquier modo, ambientadosen el clima de laépoca, precisos y sabrososen los detalles, talesretratos no tienen desperdicio.Damos los de losdos hombres nombrados,abreviando un tanto eltexto y suprimiendo algunareferencia impertinenteo innecesaria.José Ingenieros,bromista,fumista einventor de "Lasyringa"Era "Escribanos" (JoséIngenieros) el mayor fumistay "titeador', <strong>que</strong>hubo jamás en Buenos Aires( ... ) Se trataba de lafamosa Syringa, nombrecon <strong>que</strong> salia designarse aun grupo de fumistas encabezadospor Escribanos.El médico intentabaconvencer a Durand de<strong>que</strong> debia iniciarse, y efbelga, <strong>que</strong> no deseabaotra cosa <strong>que</strong> figurar entre22
, ,, .. .literatos tan eminentes,parecia dispuesto a aceptar.Riga, <strong>que</strong> no ignorabaen qué consistia laSyringa, tenía ganas dereír. Mientras tanto. Escribanos,con sus gran-" des gestos, sus actitudesdeslabazadas',"$U cabezape<strong>que</strong>ña, su rostro de ratón,sus pómulos juanetudos,sus bigotes rybios,su vasta levita gris y sugalera del mismo color,peroraba. Riga sonreía,recordando las anécdotas<strong>que</strong> se contaban dea<strong>que</strong>l médico singular,<strong>que</strong>. al graduarse dedicósu tesis al portero de laFacultad. Era nietzschista,pero por espíritu de paradojamilitaba en el sociaHsmo, yen las reunionesdel partido se presentabade levita y galera de pelo.Tenía, a pesar de sus levitas'como sábanas, pretensionesde elegancia yesteticismo, y hastausaba una <strong>me</strong>dallitadonde se llamaba arbiterelegantiarum. Con esto,con su exhibida profesiónde esteta, con su admiracióna D'Annunzio y con elrelato de conquistas amorosasen las <strong>que</strong> nadiecreía, pensaba él <strong>que</strong> suvida resultaba nietzschismaen acción. En el, fondo era formal, generosoy bueno. Su pasiónliteraria, muy a su pesarsegura<strong>me</strong>nte, había desviadohacia las cienciasfáciles.Pero muchas veces revelabasus nostalgias deliteratura, y acallaba losresabios de sus ilusiqnesliterarias componiendoencrespados y pecaminososversos <strong>que</strong> no <strong>que</strong>ríapublicar. En su casa celebrabareuniones estupendas.Una noche, él y otroslocos, burlándose de unliteratoide <strong>me</strong>dio infeliz,se pasaron un largo ratoyendo de una puerta a otrapor el balcón corrido,como en los teatroscuando cruza un batallón.Iban todos ensabanados,y re<strong>me</strong>daban, con voz lúgubre,cantos litúrgicos ymisteriosos. Los pocosviandantes se paraban enla cálle a ver tan extrañaprocesión. Yelliteratoide,dentró de' la casa, estabaespantado.-Pego, ¿la Syguinga esuna vegdadega sociedad,una 'cosa seguia? -preguntóDurand con algunadesconfianza.-¿Cómo se atreve usteda hacer esa pregunta,señor Durand? -repuso elesteta en; tono a la vezofendido y reprobatorio.El <strong>me</strong>cenas se excusabay es'taba a punto depedir perdón. Pero Escribanostenía el ceñoadusto, y:cuando el belgaconcluyó: dijo, con ademaness.olemnes, moviendoel brazo como siechara bendiciones y elacenio de quien revela cosasgravísimas y ocultas:-La Sy¡inga es una venerableinstitución de Estéticayde Crítica. Preexiste,subsiste y existe.No fue f~rida.da jamás,pues no tiene principio nitendrá fin.y habló de la Syringaen tono cabalístico. Losperiodistas, <strong>que</strong> se creíansyringos, asentían congraves movimientos decabeza. La Syringa, segúnEscribanos, era unexponente del espíritudionisíaco, y su origen seperdía en los tiempos. Sersyringo era ser dionisíaco,pero podía llegarsehasta ser apolíneo. Nocualquiera podía sersyringo; se nacía con talcarácter, <strong>que</strong> la instituciónno hacía sino comprobary reconocer.( ...) Escribanos,acercándose a los presentes,contó, lleno de misterio,el origen de la Syringaen Buenos Aires. Una nochede conversaciones satanistas,cierto gran poetay él habían platicado hastael amanecer. De pronto,con voz desfallecida, Escribanoshabía advertidoal poeta <strong>que</strong> nacía el luceroy <strong>que</strong> presentía lostres maullidos del gatonegro. El vate no <strong>que</strong>ríaoirle, <strong>que</strong>ría pensar en elunicornio. --Pero oye, oye ...y habían oído, lejanos,lúgubres, dolorosos, lostres maullidos. El poeta,luego, observó cómo Escribanospresentía las vocesmacabras. Yacercándoseleal oído, le susurró:-Eres syringo ...-Tú posees el quintogrado -había contestadoEscribanos.-Tú también, pues <strong>me</strong>interpretas.y durante cuatro horas,habían permanecido en laqUietud trágica del amanecer.con las yemas delos pulgares en contacto,sorprendidos los dos porel recíproco desoubrimiento.El <strong>me</strong>cenas quiso. s
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