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Nº 125 - Cosas que me gustan

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Todo es Historia <strong>125</strong>Huaqui, el desastre inicialOruro, y sufriendo el fuego <strong>que</strong>nos hicieron más de 200 de lossublevados, tomando luego ladirección de esta ciudad (LaPlata) en cuya plaza nos alcanzóun propio despachado por el coronelOíaz Vélez, instr.uyéndonos<strong>que</strong> no había sufrido la totalderrota <strong>que</strong> se anunciaba, concuya plausible noticia regresamosal instante para Oruro,donde hallamos a nuestra llegadaal'citado coronel <strong>que</strong> habíavenido con el objeto de reunirdispersos y destruir la sediciónrelacionada, como sucedió, así<strong>que</strong> tuvieron noticias los autoresde su aproximación. En este estadose adoptaron cuantas disposicionesparecieron necesariaspara contener a los d ispersos<strong>que</strong> llegaban, pero tomandomuchos el ejemplo de varios oficiales,atropellaron de noche lasguardias <strong>que</strong> resguardaban lascaballerías y se fugaban". (LaPlata, 31 de julio). Esto losobligó nueva<strong>me</strong>nte a abandonarel pueblo.Caos en PotosíEn la Villa Imperial de Potosíse produjeron episodios másgraves aún <strong>que</strong> los de Oruro,cuvassecuencias fueron informadasa la Junta con lujo de detallespor Juan Martín de Pueyrredón<strong>que</strong> los vivió: "Supongo<strong>que</strong> vuestra excelencia ha tenidoanticipadas noticias dela execrable conducta de lastropas del ejército desde elmo<strong>me</strong>nto de su dispersión enHuaqui. Esta, en efecto, ha llegadoal extremo de la depravación,pues el robo, la violación,el asesinato y la profanación,han acompañado todos lospasos de nuestros soldados.Nuestros enemigos interioresno han desperdiciado esta ocasiónpara poner en el últimodescrédito nuestra opinión, y elnombre de un porteño llegó al92término de ser oído por lospueblos con horror y abominación".EI1 o de agosto co<strong>me</strong>nzarona entrar en Potosí los desgraciadosrestos del ejército.Todos los días de su estancia enésta fueron señalados con asesinatos,robos, insultos y a<strong>me</strong>nazas,<strong>que</strong> pusieron al pueblocasi en la desesperación hasta<strong>que</strong> el 5 (de agosto) a las tres dela tarde un insolente se introdujoen la casa de una infelizmujer con el designio de violarla.Entre los esfuerzos delsoldado y los clamores y resistenciasde la mujer apareció elmarido <strong>que</strong> enfurecido por el insuIta y sin arbitrio para vengarsepor sí, pidió a voces el auxilio delpueblo. El bullicio atrajo unamultitud de cholos, y algunaporción de so Idados <strong>que</strong> em pezaronla lidia con palos y piedras,hasta <strong>que</strong> se retiraron precipitada<strong>me</strong>ntelos militares a sucuartel, fueron seguidos y atropelladosen su guardia de prevenciónpor el populacho y consiguiente<strong>me</strong>nteobligados a ponerseen defensa".Pronto se generalizó la bataholapor toda la ciudad. Pueyrredóny Viamonte salieron arecorrer las calles para observarqué suced ía y al poco andar seencontraron con una partida desoldados <strong>que</strong> enlo<strong>que</strong>cidos hacíanfuego indistinta<strong>me</strong>nte a todaslas bocacalles en <strong>que</strong> veíangente. Eran unos 600 hom bres.Pueyrredón contaba con unacompañía de granaderos <strong>que</strong>había traído de Charcas, mástres piezas de artillería, y conesos exiguos. <strong>me</strong>dios trató derestau rar el orden y proteger losedificios públicos. Seguimostranscri biendo su relato: "Seríanlas 4 de la tarde cuando poruna de las calles de la Moneda<strong>me</strong> avisaron <strong>que</strong> se dirigía unacolumna a la plaza, y el fuegocontinuado <strong>que</strong> hacía <strong>me</strong> convencieronde la verdad. Ya noera tiempo de <strong>me</strong>ditaciones sinode oponer la fuerza a un desenfrenosin igual: reforcé a<strong>que</strong>lpunto con dos cañones de a dosy hasta 25 granaderos y esperéla presencia de los conmovidos.Antes de resolver<strong>me</strong> a usar demis armas mandé una personapara <strong>que</strong> en mi nombre les intimasesuspendiesen el fuego y<strong>que</strong> todo <strong>que</strong>daría perdonado:pero no había andado <strong>me</strong>diacuadra cuando tuve <strong>que</strong> volver<strong>me</strong>por<strong>que</strong> las tropas seavanzaban continuando unfuego violento y dirigiéndosesiempre a la plaza. Ya no <strong>me</strong><strong>que</strong>dó duda de la ferocidad desus intenciones y puse a misgranaderos a la defensiva.Luego <strong>que</strong> llegaron a u na cuadrade distancia mandé hacerfueg'o y éste continuó sin intermisiónde una y otra parte a lo<strong>me</strong>nos por tres cuartos de hora,en cuyo tiempo se avanzaronrepetidas veces hasta la <strong>me</strong>diacuadra, siendo en todas ellas rechazadasy final<strong>me</strong>nte obligadosa retirarse con precipitacióna su cuartel de las Ollerías."Para no agravar las cosas eljefe porteño mandó a un oficial adecirles <strong>que</strong> si cesaban de hacerfuego serían todos perdonados, .y le contestaron <strong>que</strong> estaban asus órdenes pero <strong>que</strong> no podíanprescindir de defenderse. Enbase a esta respuesta conciliadora,se apersonó Viamonte alcuartel. Los militares se agolparona su alrededor yen un tono<strong>me</strong>zcla de tristeza e indignaciónle interrogaron: '" Mi coronel.¿este es el auxiliO <strong>que</strong> nos danlos pueblos por quienes hemospasado tantos trabajos, expuestola vida y perdido tantosde nuestros compañeros? .. ".Al margen de errores y excesospropios la amargura <strong>que</strong> despertabaen el ejército la hostilidadpopular, era legítima. ¿Qué hacemosaquí? .. ¿Por quién luchamos?...Nueva<strong>me</strong>nte los soldadosobedecían a sus mandos, perono pudo evitarse <strong>que</strong> siguieranlas escaramuzas entre las turbasirritadas <strong>que</strong> atacaban el cuartely las tropas <strong>que</strong> se defendían,durante toda la noche, hasta <strong>que</strong>

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