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CAPÍTULO 10. Redefinir las estrategias territoriales y urbanas | 177<br />
(que solo se sustentan sobre la disponibilidad de ingentes recursos energéticos a bajo<br />
precio) y para optimizar los espacios autónomos de producción y consumo (muy<br />
importantes en términos de alimentación) y de la economía colaborativa 351 .<br />
Por ello, avanzar hacia el concepto de ecoterritorios resilientes es esencial y los<br />
sistemas regionales/nacionales, por su escala y grado de complejidad, constituyen<br />
piezas sociopolíticas clave para ello. Efectivamente, la integración compatible<br />
entre los universos urbanos, rurales y naturales para relacionar las necesidades<br />
sociales y las capacidades ecológicas y para optimizar la sostenibilidad endógena<br />
(complementada por relaciones de cooperación e intercambio exteriores mucho<br />
más selectivas) constituyen vectores de gran interés para resistir posibles crisis<br />
energéticas, alimentarias o catástrofes sistémicas tipo cambio climático.<br />
La adaptación de los sistemas territoriales al nuevo ciclo histórico debería contemplar,<br />
entre otras, las siguientes consideraciones:<br />
• Configurar ecosistemas territoriales. Es esencial profundizar en la configuración<br />
de las entidades regionales y nacionales hacia ecosistemas territoriales 352<br />
con amplia capacidad de autogobierno y cooperación 353 para optimizar estrategias<br />
de autosuficiencia y compatibilizar la cobertura de las necesidades<br />
sociales con los límites de biocapacidad locales y globales.<br />
• Formular estrategias territoriales integradas 354 . El objetivo de dichas estrategias<br />
se cifra en compatibilizar las necesidades del sistema socioeconómico<br />
con la sostenibilidad del entorno territorial y la recuperación y resiliencia de<br />
los ecosistemas clave y, muy especialmente, para afrontar con firmeza en cada<br />
ámbito las cuestiones relacionadas con el binomio energía-clima, la recuperación/preservación<br />
de los sistemas de agua y la producción de alimentos.<br />
De los campos de acción mencionados, los más urgentes se refieren a los relacionados<br />
con la ordenación del territorio para corregir los excesos y agresiones<br />
cometidos en los últimos tiempos (especialmente con relación a los sistemas de<br />
agua y agrícolas) y, por su importancia estratégica, con el cambio del modelo<br />
energético y el desafío climático.<br />
Con relación a este último tema –el binomio energía/clima– las instituciones<br />
político-territoriales habrían de adoptar las medidas de excepcionalidad<br />
y urgencia precisas para llevar adelante hojas de ruta con las que reducir el<br />
consumo de energía y de combustibles fósiles, multiplicar los sistemas renovables<br />
descentralizados, alcanzar escenarios de emisiones de gases de efecto<br />
351. Véase Dimensión territorial de los sistemas alimentarios locales de N. Morán Alonso (2015).<br />
352. Ello conduciría hacia configuraciones territoriales de corte federal con contenidos de tercera<br />
generación, es decir, profundizando en las cuestiones de la democracia de calidad, de las mejores<br />
garantías de bienestar social suficiente e incorporando responsabilidades constitucionales fuertes<br />
relacionadas con determinados compromisos de sostenibilidad ecológica.<br />
353. La cooperación en red es fundamental, bien sea en el seno de los territorios, bien en ámbitos nacionales<br />
o internacionales (europeos) sobre temas clave (energía, clima, edificación, movilidad, etcétera).<br />
354. Articuladas con las correspondientes Estrategias-País presentes en otros capítulos de esta<br />
Segunda Parte.