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238 | <strong>LA</strong> <strong>GRAN</strong> <strong>ENCRUCIJADA</strong>. Sobre la crisis ecosocial y el cambio de ciclo histórico<br />
En cuanto a la conciencia de los límites, su evidencia nos confronta, en primer<br />
lugar, con los límites de la naturaleza, que hemos desbordado ampliamente como<br />
queda patente en las páginas anteriores de este libro. No voy, por lo tanto, a<br />
insistir sobre ello, pero sí me gustaría recordar que esa idea del “tamaño óptimo”<br />
habla también de los límites de las organizaciones sociales, de las aglomeraciones<br />
urbanas, de las empresas… Incluso de las aventuras financieras…, porque, superados<br />
ciertos umbrales, los problemas de control de los entramados económicos y<br />
financieros pueden convertirse en situaciones de descontrol que conducen a crisis<br />
como la que recientemente hemos sufrido.<br />
Pero la cuestión de los límites afecta también a los límites de nuestros deseos,<br />
los personales. La sociedad de consumo está establecida para romper cualquier<br />
barrera en ese sentido, nos impulsa a desearlo todo, ahora y aquí mismo. Aprender<br />
a desear de otro modo es, por lo tanto, una condición sin la cual no hay transición<br />
personal posible. Aquí no existen reglas, cada quien tendrá que establecer sus<br />
prioridades y elecciones, pero sí contamos con una ética que nos confronta con<br />
la realidad global del mundo en el que vivimos a la hora de dar rienda suelta a<br />
nuestras apetencias consumistas.<br />
Aprender a perder<br />
En segundo lugar, creo que necesitamos aprender a perder porque eso significa<br />
estimular la resiliencia, hacernos conscientes de nuestras capacidades personales<br />
y comunitarias para abordar los cambios. Este es un difícil aprendizaje, sin duda,<br />
pero también es un antídoto frente a la frustración. Nos enseña que las transformaciones<br />
sociales y personales más importantes frecuentemente comenzaron con una<br />
derrota. Sobre eso sabemos mucho las mujeres. Nuestra reivindicación de derechos<br />
se hizo visible con experiencias como la de unas trabajadoras quemadas vivas en<br />
castigo a su “imprudencia” al pedir jornadas y salarios justos. Después hemos<br />
pasado por grandes dificultades. Pero, contemplado históricamente, el proceso<br />
seguido es de un gran éxito: hemos hecho una revolución sin disparar ningún tiro.<br />
Reapropiarnos del tiempo<br />
Finalmente, pero no menos importante, aparece el problema del tiempo. Si tenemos<br />
las horas y los días secuestrados por el trabajo, el consumo, las redes sociales,<br />
las tres o cuatro horas diarias que se dedican en nuestro país como media a la<br />
televisión…, difícilmente podremos encontrar el sosiego y la serenidad necesarios<br />
para una transición personal hacia otras formas de vida. El cambio no es solo una<br />
idea que se abraza. Es una práctica que se construye día a día, que requiere sosiego y<br />
calma para ir introduciendo paulatinamente nuevas experiencias, formas distintas<br />
de producir y consumir, de organizar nuestro ocio, de comer, de trasladarnos<br />
y viajar… Solo si conseguimos reapropiarnos de nuestro tiempo podremos llegar a<br />
tener un proyecto de transición personal realmente efectivo.<br />
Consideraciones finales: la belleza en el cambio<br />
Solo me queda terminar esta conversación reiterando mi convencimiento de<br />
que nosotros, las personas y los pequeños grupos sociales, disponemos de una