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84 | <strong>LA</strong> <strong>GRAN</strong> <strong>ENCRUCIJADA</strong>. Sobre la crisis ecosocial y el cambio de ciclo histórico<br />
<strong>LA</strong> EXACERBACIÓN DE <strong>LA</strong> “SOCIEDAD DEL RIESGO”<br />
A PARTIR DE <strong>LA</strong> “<strong>GRAN</strong> RECESIÓN”<br />
Experimentamos, así, una cultura del azar civilizatorio, imposible de<br />
regular tanto pública como privadamente, que se instala en las relaciones<br />
sociales con la naturaleza –las zozobras permanentes sobre la<br />
catástrofe ecológica a cualquier plazo–; en el ámbito de la ciencia y<br />
la tecnología –el peligro de la experimentación científica o el descontrol<br />
en el uso de los nuevos avances biológicos o tecnológicos–; en<br />
las actividades mercantiles –la cultura financiera de las operaciones<br />
de muy alto riesgo, futuros y derivados de alto tipo y calidad–; en los<br />
actos biográficos del mundo del trabajo –precarización, desregulación<br />
y volatilidad en el mercado de trabajo–; y hasta en las relaciones personales<br />
más íntimas –inestabilidad amorosa, violencia de género, acoso<br />
moral–, etcétera.<br />
Fuente: L. E. Alonso y C. J. Fernández Rodríguez (2013), Los discursos del presente.<br />
Todo indica que existen incompatibilidades profundas entre las lógicas económicas<br />
de acumulación indiscriminada de capital, la justicia social y el imparable<br />
desbordamiento de las extralimitaciones ecológicas que amenazan los sistemas de<br />
vida actuales. Asimismo, también parece que los valores y cosmovisiones entronizados<br />
desde Occidente en los años ochenta no solo no aportan claves para su<br />
resolución, sino que, por el contrario, incrementan la incapacidad de la sociedad<br />
y sus instituciones democráticas para reconducir positivamente los principales<br />
retos que la humanidad tiene planteados.<br />
Por eso, en tanto en cuanto la esencia del capitalismo (mercantil o estatal)<br />
se vincula a la acumulación ilimitada de riqueza (privada o estatal), la cuestión<br />
de un cambio de época singular –la cuestión del desbordamiento ecológico es<br />
central y sus tiempos de reacción, cortos y cruciales– está objetivamente a la<br />
orden del día. Y con ella, la complejísima necesidad de transitar hacia un poscapitalismo<br />
por definir y de alumbrar nuevas cosmovisiones socioculturales que<br />
ofrezcan perspectivas éticas coherentes y pautas de acción orientadas a resolver<br />
positivamente la compatibilidad evolutiva entre sociedad y naturaleza.<br />
Por sus características singulares, el desafío actual no se plantea, como en<br />
otros ciclos históricos, en términos de liberación de las fuerzas expansivas de la<br />
economía, sino más bien en su redimensionamiento, metamorfosis y democratización,<br />
para adaptarlas a los límites de impacto de los sistemas de vida de los que<br />
dependemos. Y en esa nueva singladura, que obliga a anticipar transformaciones<br />
globales preventivas frente a la crisis civilizatoria, la capacidad de la humanidad<br />
para confluir en acuerdos/objetivos vitales y hojas de ruta compartidas es decisiva,<br />
aunque todavía no forme parte de los imaginarios sociales actuales 169 .<br />
169. Cabría referirse a cómo los imaginarios sociales pueden contribuir, o no, a superar ciertas<br />
encrucijadas históricas. Como ejemplo de ello, suele recordarse las historias de dos sociedades