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La Historia de la Redención - Elena G. de White

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mucho a Moisés. Le había revelado su inmensa gloria. Lo había puesto en

sagrada proximidad con él en el monte, y había condescendido a conversar

con él como un hombre que habla con su amigo. Había comunicado a

Moisés, y por su intermedio al pueblo, su voluntad, sus estatutos y leyes. El

hecho de que fuera exaltado y honrado por Dios de esa manera le dio a su

error una enorme magnitud. Moisés se arrepintió de ese error y se humilló

profundamente delante de Dios. Expuso ante todo Israel el pesar que sentía

por su pecado. No podía ocultar las consecuencias de su falta, y por eso les

dijo que por no dar gloria a Dios no podía conducirlos a la tierra prometida.

Entonces les preguntó que si un error de su parte era tan grande que merecía

semejante corrección por parte de Dios, cómo consideraría el Señor sus

constantes quejas al acusarlo a él (a Moisés) de las inusuales sanciones del

Señor por causa de sus pecados.

En este caso particular Moisés había permitido que el pueblo albergara

la impresión de que él había sacado agua de la roca, cuando debiera haber

dado gloria al nombre del Señor ante su pueblo. Dios iba a zanjar entonces el

asunto con su pueblo manifestando que Moisés era solamente un hombre,

que seguía la dirección de Alguien más poderoso que él, es a saber, el Hijo

de Dios. En este sentido los iba a dejar sin duda alguna. Cuando se da

mucho, se requiere mucho. Moisés había sido sumamente favorecido con

visiones especiales de la majestad de Dios. Se le había impartido en suma

abundancia la luz y la gloria del Señor. Su rostro había reflejado sobre el

pueblo la gloria que el Altísimo había permitido que resplandeciera sobre él.

Todos serán juzgados de acuerdo con los privilegios que hayan tenido, y la

luz y los beneficios que hayan recibido.

Los pecados de hombres buenos, cuyo comportamiento general ha sido

digno de imitación, resultan especialmente ofensivos para Dios. Permiten

que Satanás triunfe, que perturbe a los ángeles de Dios con los fracasos de

sus instrumentos elegidos, y da a los impíos ocasión de manifestar arrogancia

delante de Dios. El Señor mismo había guiado a Moisés de una manera

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