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La Historia de la Redención - Elena G. de White

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amistar a dos dirigentes que antes habían sido enemigos. Herodes se alegró

de ver a Jesús, pues esperaba que realizara algún poderoso milagro para

complacerlo. Pero no era la obra del Señor satisfacer la curiosidad y procurar

su propia seguridad. Ejercería su poder divino y milagroso para salvar a los

demás, pero no en su propio beneficio.

Cristo nada respondió a las numerosas preguntas que le hizo Herodes;

tampoco replicó a sus enemigos que lo acusaban con vehemencia. El rey se

enfureció porque aparentemente Jesús no temía su poder, y con sus soldados

lo denigró, se burló de él y lo maltrató. Pero se asombró del aspecto noble y

divino de Jesús en medio de ese vergonzoso maltrato, y como temía

condenarlo lo envió de vuelta a Pilato.

Satanás y sus ángeles estaban tentando a este último tratando de

conducirlo a su propia ruina. Le sugirieron que si no quería tomar parte en la

condenación de Jesús otros lo harían; que la multitud estaba sedienta de su

sangre; y que si no lo entregaba para ser crucificado perdería su poder y sus

honores mundanales, y se lo denunciaría como creyente en el impostor. Por

temor de perder su poder y su autoridad, Pilato consintió en dar muerte a

Cristo. Y aunque puso la sangre del Señor sobre sus acusadores y la multitud

lo recibió con el clamor de: "Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros

hijos" (Mateo 27:25), Pilato no se libró; fue culpable de la sangre del

Maestro. Por sus intereses egoístas, por su amor al honor de los grandes de la

tierra, entregó a la muerte a un inocente. Si Pilato hubiera seguido sus

propias convicciones, no habría tenido nada que hacer con la condenación de

Jesús.

El aspecto y las palabras del Señor durante su juicio causaron una

profunda impresión en las mentes de los muchos que se hallaban presentes

en esa ocasión. El resultado de la influencia ejercida entonces resultó

evidente después de su resurrección. Entre los que se añadieron a la iglesia

había muchos cuya convicción comenzó en el momento del juicio de Cristo.

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