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La Historia de la Redención - Elena G. de White

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Capítulo 40

Pedro librado de la prisión

Herodes profesaba ser prosélito de la fe judía, y aparentemente era muy

celoso en la preservación de las ceremonias de la ley. El gobierno de Judea

estaba en sus manos, como súbdito de Claudio, el emperador romano;

también desempeñaba el cargo de tetrarca de Galilea. Este gobernante

procuraba ansiosamente obtener el favor de los judíos, con la esperanza de

asegurarse de ese modo sus cargos y honores. Comenzó entonces a cumplir

los deseos de éstos al perseguir a la iglesia de Cristo. Empezó por saquear las

casas y los bienes de los creyentes; continuó mandando a la cárcel a los

principales de entre ellos. Prendió a Santiago y lo mandó a prisión, y

mientras se hallaba allí envió a alguien que lo matara con la espada, así como

otro Herodes había ordenado que Juan fuera decapitado. Cuando vio que sus

actos agradaban a los judíos, se volvió más osado y envió a Pedro a la cárcel.

Esas crueldades se llevaron a cabo durante la sagrada ocasión de la Pascua.

La gente aplaudió a Herodes por provocar la muerte de Santiago,

aunque algunos se quejaron de que esto se hubiera hecho en privado, y

sostuvieron que una ejecución pública habría tenido un efecto mayor, y

habría intimidado más a los creyentes y simpatizantes. Herodes entonces

mantuvo a Pedro en custodia con el propósito de agradar a los judíos

mediante el espectáculo público de su muerte. Pero se sugirió al gobernante

que no sería prudente ejecutar al veterano apóstol delante de la gente que se

había reunido en Jerusalén en ocasión de la Pascua. Temían que su venerable

aspecto provocara la piedad y el respeto de la multitud; también temieron

que podría hacer una de esas poderosas invitaciones que frecuentemente

habían inducido a la gente a investigar la vida y el carácter de Jesucristo, y

que ellos, con todas sus artimañas, eran totalmente incapaces de

contrarrestar. Los judíos temieron que en tal caso la gente solicitara al rey

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