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La Historia de la Redención - Elena G. de White

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reposaba sobre los santos pacientes y expectantes, que valerosamente daban

la postrera y solemne amonestación, para proclamar la caída de Babilonia y

exhortar al pueblo de Dios a que saliera de ella a fin de huir de su terrible

condenación.

La luz derramada sobre los fieles penetraba por doquier, y los que

estaban en las iglesias, si tenían alguna luz todavía, y no habían oído ni

rechazado los tres mensajes, obedecieron la exhortación y abandonaron las

iglesias caídas. Muchos conservaron por años en reserva su responsabilidad

frente a estos mensajes, desde que se proclamaron, hasta que la luz brilló

sobre ellos dándoles el privilegio de escoger entre la vida y la muerte.

Algunos escogieron la vida y se unieron con los que esperaban a su Señor y

guardaban todos sus mandamientos. El tercer mensaje tenía que efectuar su

obra. Todos iban a ser probados por él, y las almas preciosas iban a recibir la

invitación a salir de las congregaciones religiosas.

Una fuerza impelente movía a los sinceros, mientras la manifestación

del poder de Dios infundía temor y respeto a los incrédulos parientes y

amigos para que no se atrevieran a estorbar a quienes sentían en sí mismos la

obra del Espíritu de Dios, ni pudieran hacerlo. El postrer llamamiento llegó

hasta los infelices esclavos, y los más piadosos de ellos prorrumpieron en

cánticos de inefable gozo ante la perspectiva de su feliz liberación.* Sus

amos no los pudieron dominar, porque el asombro y el temor los mantenían

en silencio. Se realizaron grandes milagros. Sanaban los enfermos, y señales

y prodigios acompañaban a los creyentes. Dios colaboraba con la obra, y

todos los santos, sin temor de las consecuencias, obedecieron la convicción

de su conciencia, y se unieron con los que guardaban todos los

mandamientos de Dios, y proclamaron con poder y por doquiera el tercer

mensaje. Vi que este mensaje terminaría con una fuerza y un vigor muy

superiores al clamor de medianoche.

Los siervos de Dios, dotados del poder del cielo, con sus semblantes

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