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La Historia de la Redención - Elena G. de White

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y lo obligaron a llevar la cruz de Cristo. Los hijos de Simón eran discípulos

de Jesús, pero él mismo nunca había tenido relación con él.

Una gran multitud siguió al Salvador al Calvario, y muchos de sus

integrantes se burlaban de él y lo ridiculizaban; pero muchos lloraban y

repetían sus alabanzas. Los que habían sido sanados de diversas

enfermedades, los que habían resucitado de entre los muertos, se refirieron

con voz fervorosa a sus maravillosas obras, y manifestaron el deseo de saber

qué había hecho para que se lo tratara como malhechor. Pocos días antes lo

habían acompañado en medio de gozosos hosannas mientras sacudían ramas

de palmeras cuando él entraba triunfalmente en Jerusalén. Pero muchos de

los que habían dado clamores de alabanza, porque en ese momento era

popular hacerlo, ahora lanzaban el grito de "¡Crucifícale! ¡Crucifícale!"

Clavado en la cruz

Al llegar al lugar de ejecución, los condenados fueron atados a los

instrumentos de tortura. Mientras los dos ladrones se debatían en manos de

los que los extendían sobre sus cruces, Jesús no ofreció resistencia. Su madre

contempló la escena con agonizante suspenso, con la esperanza de que

hiciera un milagro para salvarse. Vio sus manos extendidas sobre la cruz,

esas manos queridas que siempre habían dispensado bendiciones, y que se

habían alargado tantas veces para sanar a los que sufrían. Cuando trajeron

martillos y clavos, y éstos atravesaron la tierna carne de Jesús para

asegurarlo a la cruz, los discípulos, con el corazón quebrantado, apartaron de

la cruel escena el cuerpo desfalleciente de la madre de Cristo.

El Señor no formuló queja alguna; su rostro seguía pálido y sereno,

pero grandes gotas de sudor perlaban su frente. No hubo mano piadosa que

enjugara de su rostro el rocío de la muerte, ni palabras de simpatía e

inmutable fidelidad que sostuvieran su corazón humano. Estaba pisando

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