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La Historia de la Redención - Elena G. de White

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y para intimidar a todos sus simpatizantes, y para manifestar su propio poder.

Estaba la guardia frente a la puerta de la prisión, los cerrojos y los barrotes

estaban firmemente en su sitio, la guardia interior también estaba en su lugar,

las cadenas estaban unidas a las muñecas de los soldados, pero el prisionero

había desaparecido.

La retribución de Herodes

Cuando Herodes recibió el informe de estas cosas, se exasperó, y acusó

de infidelidad a los guardianes de la prisión. En consecuencia, fueron

condenados a muerte por el presunto crimen de dormirse en su puesto. Al

mismo tiempo el rey se dio cuenta de que el poder que rescató a Pedro no era

humano. Pero estaba decidido a no reconocer que un poder divino se había

interpuesto para desvirtuar sus indignos designios. No quería humillarse de

esa manera, sino por el contrario levantarse en osado desafío contra Dios.

Herodes, no mucho después de la liberación de Pedro de la cárcel, viajó

de Judea a Cesarea y allí permaneció un tiempo. Hizo un gran festival con el

propósito de suscitar la admiración y al aplauso de la gente. Los amantes de

los placeres, de todos los orígenes, se reunieron allí, y hubo mucha fiesta y se

bebió mucho vino. El rey hizo una suntuosa presentación delante del pueblo.

Se había puesto una túnica que resplandecía con el oro y la plata que tenía, y

que captaba los rayos del sol en sus pliegues brillantes, y que encantaba a los

que la contemplaban. Con gran pompa y ceremonia se puso de pie delante de

la multitud, y pronunció ante ellos un discurso elocuente.

La majestad de su aspecto y la fuerza de sus bien elegidas palabras

cautivaron a la asamblea con una poderosa influencia. Sus sentidos ya

estaban pervertidos por la fiesta y el vino; se hallaban bajo el encanto de sus

resplandecientes adornos, de su majestuoso porte y sus elocuentes palabras;

y locos de entusiasmo lo cubrieron con un diluvio de adulaciones y lo

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