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La Historia de la Redención - Elena G. de White

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Mientras el apóstol perdía de vista sus propios sufrimientos inmediatos,

sentía una profunda preocupación por los discípulos a quienes dejaría para

que hicieran frente al prejuicio, el odio y la persecución. Al tratar de

fortalecer y animar a los pocos cristianos que lo acompañaron al lugar de su

ejecución, les repitió las sumamente preciosas promesas que se dan a los que

son perseguidos por causa de la justicia. Les aseguró que nada dejaría de

cumplirse de todo lo que el Señor ha dicho con respecto a los que son

probados y son fieles. Se levantarán y resplandecerán, porque la luz del

Señor aparecerá sobre ellos. Se revestirán de hermosas vestiduras cuando se

revele la gloria de Jehová. Por un poco de tiempo podrán pasar por

dificultades provocadas por numerosas tentaciones, podrán estar destituidos

de las comodidades de la tierra; pero deben animar sus corazones al decir:

"Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi

depósito". 2 Timoteo 2:12. Su reprensión concluirá, y llegará la alegre

mañana de la paz y el día perfecto.

El Capitán de nuestra salvación había preparado a su siervo para el

último gran conflicto. Redimido por el sacrificio de Cristo, purificado de sus

pecados por su sangre y revestido de su justicia, Pablo llevaba el testimonio

en sí mismo de que su alma era preciosa a la vista de su Redentor. Su vida

estaba escondida con Cristo en Dios, y él estaba persuadido de que el que

había vencido a la muerte era capaz de guardar lo que le había confiado. Su

mente captó la promesa del Salvador: "Y ésta es la voluntad del que me ha

enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo

le resucitaré en el día postrero". Juan 6:40. Sus pensamientos y esperanzas

estaban concentrados en la segunda venida de su Señor. Y cuando la espada

del verdugo descendió y las sombras de la muerte invadieron el alma del

mártir, surgió su último pensamiento, que será el primero que tendrá en

ocasión del gran despertar, de salir al encuentro del Dador de la vida para

recibir la bienvenida al gozo de los bienaventurados.

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