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La Historia de la Redención - Elena G. de White

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El patriarca dejó a los siervos a mitad de camino y se decidió a ir solo

con su hijo para adorar al Señor un poco más allá. No podía permitir que lo

acompañaran y que impulsados por su amor a Isaac se sintieran inducidos a

impedir que se cumpliera lo que Dios le había ordenado hacer. Tomó la leña

de manos de ellos y la cargó sobre los hombros de su hijo. También llevó el

fuego y el cuchillo. Estaba listo para cumplir la terrible misión que Dios le

había encomendado. El padre y el hijo caminaban juntos.

"Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él

respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas

¿dónde está el cordero para el holocausto? Y respondió Abraham: Dios se

proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos". El decidido,

amante y sufrido padre avanzó con firmeza al lado de su hijo. Cuando

llegaron al lugar que Dios le había señalado levantó un altar allí y puso la

leña en orden lista para el sacrificio, y entonces informó a Isaac que Dios le

había mandado ofrecerlo en holocausto. Le repitió la promesa que el Señor le

había hecho varias veces, de que por medio de él llegaría a ser una gran

nación, y que al cumplir la orden de Dios de quitarle la vida Dios cumpliría

su promesa porque era capaz de levantarlo de entre los muertos.

El mensaje del ángel

Isaac creyó en Dios. Se le había enseñado a obedecer sin titubeos a su

progenitor, y amaba y reverenciaba al Dios de su padre. Podría haberse

resistido si hubiera querido. Pero después de abrazar afectuosamente al

anciano, se sometió, y permitió que éste lo atara sobre la leña. Y cuando la

mano del padre se levantó para quitar la vida de su hijo, un ángel de Dios,

que había estado observando toda la fidelidad de Abrahán en su camino al

monte Moria, lo llamó desde el cielo y le dijo: "Abraham, Abraham. Y él

respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni

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