Imágenes del Estado de México 1824

Además de esos libros vendidos en las librerías
de la ciudad de México, especialmente en la de
Mariano Galván, también se imprimían y vendían
los sermones que se pronunciaban en Catedral,
así como algunos instructivos para el cultivo de
hortalizas y legumbres, flores y frutos.
En el Águila Mexicana se hacía hincapié
en que no había nada más importante para la
ilustración de una nación como la nuestra, que la
lectura de las obras maestras.
Los libros debían circular entre la población,
en ciertos sectores, no importaba que no se
refirieran a México ni fueran escritos por mexicanos.
Si en Europa estaba lo último en ideas
políticas, económicas y sociales, en México debían
conocerse para adoptarlas y adaptarlas.
Sin embargo, estaba presente la censura.
En el Congreso Constituyente local se
había discutido el asunto de la censura ejercida
respecto a la publicación y circulación de ciertos
libros. Diversos diputados se oponían a la censura;
decían que ello era regresar a las ideas de
la Inquisición, sobre si se daba o no libre tránsito
a una obra. El Congreso declaró que ninguna
autoridad podía en caso alguno mandar recoger
los libros no prohibidos nominalmente, ni aun
bajo el pretexto de ser sospechosos o estar a su
juicio comprendidos en prohibiciones anteriores;
tampoco podían prohibir la representación de
piezas dramáticas cuando estuvieran admitidas
por la autoridad legal competente. El gobierno
de la entidad y demás autoridades del estado, con
la más estricta responsabilidad, reprimieron las
agresiones que se le hicieron al librero Ernesto
—conocido como el “masón”—, a quien se le
recogieron unos libros que realmente no estaban
prohibidos, argumentándose, además, que ya no
estaban vigentes los edictos de la Inquisición. 307
El Congreso local pidió castigo para el Juez de
Letras que había autorizado el ataque contra el
librero masón.
Había que acabar con cualquier causa de
división entre los mexiquenses, especialmente
con aquellas basadas en cuestiones religiosas.
Esto no se lograría sino varias décadas después,
con el movimiento de Reforma y la libertad de
cultos. En estos primeros años del México independiente,
las ideas religiosas fueron causa frecuente
de enfrentamientos entre los habitantes
del país.
La intolerancia de ideas venía desde el
mismo monarca español Fernando vii. En la Gaceta
Nacional de Filadelfia publicada el 6 de diciembre
de 1823, apareció el siguiente documento:
Fernando vii ha hecho publicar en Sevilla el
decreto siguiente con fecha 16 de octubre: uno
de los mayores males que la revolución ha
causado es la corrupción de la juventud, preparándola
por la lectura y estudio de obras
perniciosas, escritas con tal arte, que aquellos
mismos cuya niñez ha sido instruida en los
principios de la religión y de honor, los olvidan
en una edad más madura, para hacerse cooperadores
de la revolución que ahora conmueve
al mundo humano. Para poner un oportuno
dique a los progresos de este plan de inequidad
que ha llamado desde luego mi atención, he
307
Ibid., 13 de septiembre de 1824.
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