Imágenes del Estado de México 1824

que vinieron de otros lugares ofrecían sus servicios
médicos en la ciudad de México:
D. Guillermo Gardett, dentista, ofrece sus servicios
a este respetable público, en su profesión;
hace dientes de uno a toda la dentadura a un
precio cómodo; limpia los dientes, poniéndolos
en su natural blancura. También ofrece quitar el
dolor de muelas, sin sacarlas, ni tocarlas, por un
remedio que ha descubierto en los países de
donde acaba de llegar. Si acaso hay alguna señora
o señor que quiera hacer la experiencia,
puede ocurrir a la calle del Refugio núm. 10
donde lo encontrarán a todas horas del día también
irá a las casas particulares. 198
Además, advirtió dicho señor que quitado el
dolor de la muela o diente atendido, éste no volvía
a doler en toda la vida.
En el portal de Mercaderes de la librería de
Resio, se vende opio del Dc. legítimo a 10
reales. Cada botella sirve para las reumas y
muchas enfermedades. 199
Respecto a la introducción de nuevas medicinas
y su manejo, surgieron en México diversas preocupaciones.
Entrando a una botica con el objeto de comprar
polvos de goma arábiga, el dependiente principal
se hallaba reposando de la comida, pero
su segundo se obliga a despacharme envolvién-
198
Ibid., 24 de agosto de 1824.
199
Ibid., 24 de abril de 1824.
dolos en un papel escrito. Por tal causa prescindí
a tomarlos y me marché al instante. En
obsequio del público me atrevo a denunciar
semejante falta, pues la tinta compuesta de
corrosivos, ¿qué buena unión podrá ser con los
polvos medicinales? Yo no fui víctima de esta
ignorancia; ¿cuántos otros que no harán la
misma observación, en vez de tomar un medicamento
para su salud ingieren corrosivos?
Esto por supuesto, los propietarios de las boticas
deben vigilar más sobre el despacho de
los dependientes, y no admitir en los cajones
de papeles para envolver, los manuscritos
impresos, y de esta suerte el público quedará
bien servido sin correr riesgo alguno. 200
La ciencia, dijo el quejoso, debía guiar todas las
acciones humanas, especialmente la medicina,
que tenía que alejarse de todo lo “tradicional y
no científico”.
Este artículo tuvo respuesta en otro firmado
con el seudónimo de “El desertor”, quien argumentó
que la tinta era totalmente inocua; los
niños de la escuela “comen mucha tinta y no hay
ningún accidente”. La tinta estaba hecha con
aceite de pez y polvo de carbón de ocote, que de
ninguna manera eran venenosos. 201
Asimismo, en el periódico se publicó información
sobre diversos puestos vacantes en distintas
organizaciones, así como los requerimientos
que debían reunir quienes aspiraran a ocuparlos.
200
Ibid., 9 de junio de 1824.
201
Ibid., 19 de junio de 1824.
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