Imágenes del Estado de México 1824

Un lector del Águila Mexicana que firmó
con las iniciales N. D. N., envió la siguiente nota
al periódico:
Ya es tiempo de que se disminuyan en México
los días de fiesta entera, esto es de oír misa y
gastarlos en santas obras, y de abstenerse para
ello de trabajar. ¿No los cocineros, cocineras,
tortilleras, barberos, peluqueros, carretoneros,
exportadores, unos por necesidad y otros por
costumbre, trabajan todos los días?
Yo creo que en general sería más útil al servicio
de Dios que después de oír misa (o antes) se
ocupasen todas las gentes de oficio, de toda la
industria, arte o trabajo o de cualquier otro medio
honesto de subsistir, que el que se mantuviesen
en las ociosidades y en sus consecuencias. 314
El autor del artículo sugirió que quienes asistieran
a misa, lo hicieran con devoción y no se
distrajeran. Además, que:
[...] los eclesiásticos deben de ser prudentes y
literatos escribiendo comunicados breves,
compendiosos, claritos, de alcance y penetración
de las pobres gentes, que necesitan más
esta clase de instrucción que no dejarían de
aprovechar a muchos. 315
Sin embargo, México siguió siendo un pueblo
respetuosamente religioso; las imágenes seguían
siendo sagradas para los creyentes, dignas de
314
Águila Mexicana, 15 de agosto de 1824.
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Loc. cit.
devoción y respeto. Si bien se atacaba la intolerancia,
esto no significó la libertad de cultos.
El Excmo. Ayuntamiento Constitucional de
acuerdo con el Sr.Provisor Provicario General
de esta Diócesis, ha mandado trasladar las dos
imágenes que se hallaban en el Portal de los
Mercaderes del Santo Ecce Homo y Purísima
Concepción, la primera al Sagrario y la Segunda
a la Parroquia de San Sebastián. Esta piadosa
providencia en la que no se descubre otra cosa
que un rasgo de religiosidad cristiana, evidencia
que estas imágenes estén expuestas a las continuas
profanaciones de aquel lugar donde las
conservara la devoción malentendida. Los
templos son los lugares destinados por nuestra
santa devoción para tributar al Ser Supremo,
todo adoración y dar a sus santos la veneración
y culto debido. Tan impropia es la colocación de
estas imágenes en la calles y paseos, como lo
sería si se permitiese dentro de las mismas iglesias
poner puestos de vendimias o que se hiciesen
tránsitos para las calles que las rodean. No
faltará pluma fanática e ignorante que con hipócrito
celo de la religión, que acaso no conoce y
podría invitársele a un sínodo de ella, critica esta
providencia de impía que debe celebrar la porción
sensata y verdaderamente virtuosa. 316
La nula separación entre las cosas de la Iglesia y
las del Estado, provocó diversos problemas, especialmente
para liberales como Mora, quien
decía que: “Los derechos del santuario mal explicados
y peor entendidos daban motivo a ruidosas
316
El Sol, 26 de enero de 1824.
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