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Ayotzinapa

Informe

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Informe <strong>Ayotzinapa</strong>. Investigación y primeras conclusiones<br />

El mandato de aceptar la muerte<br />

“Pero ya ve el gobierno cómo nos ha hecho, nos ha quitado a nuestros hijos. Y no<br />

sabemos de la vida ellos. El gobierno dijo: no pues superen su dolor, sus hijos ya<br />

están muertos”. E13.<br />

En los casos de personas desaparecidas, el ocultamiento de los hechos supone una falta de<br />

información sobre su destino y un estado de incertidumbre permanente para los familiares.<br />

La situación de los desaparecidos se convierte en un misterio siniestro, dado que ha sido<br />

producido de forma intencional, conllevando un estado de ambigüedad psicológica muy<br />

difícil de soportar. Las acciones de búsqueda son en esos casos una forma constructiva de<br />

afrontar directamente la posibilidad de rescatar a los desaparecidos, a la vez que juegan<br />

un importante papel para mantenerse activos, enfrentar el dolor y orientar los esfuerzos<br />

individuales y familiares para el esclarecimiento de la verdad.<br />

Mientras la desaparición forzada conlleva una pérdida efectiva, dado que la persona no<br />

está, esta pérdida es ambigua porque, aunque se mantiene la esperanza, no se sabe si<br />

la persona está viva o está muerta. Muchos familiares en el trabajo del GIEI en estos<br />

meses comenzaron su participación en reuniones o entrevistas señalando: “ya son siete<br />

meses”, “ya son ocho meses”, “ya son diez meses”, como una muestra de cómo el tiempo<br />

acumula la incertidumbre y el dolor del peso de los días. Este estatus de “desaparecido” es<br />

parte del reconocimiento jurídico del delito y la situación, pero también supone un estado<br />

psicológico de incertidumbre y tensión, y frecuentemente conlleva diferentes formas de<br />

victimización secundaria o maltrato psicológico a los familiares.<br />

Indicaciones superficiales o consejos a veces cargados de buena intención, como “déjelo<br />

ya, piense en sus otros hijos”, o también con otros intereses “ya deje de tratar de investigar<br />

o de tanta movilización”, transmiten más bien distancia e incapacidad de entender su<br />

situación más que cualquier otra cosa. A veces esos mensajes vienen incluso de la familia<br />

extensa, como una forma de tratar de contener el dolor.<br />

Ya con esto, pues mi mamá está muy triste, muy deprimida. Mi familia ya también<br />

dice que no ande aquí en las marchas, ni en los mítines que ando haciendo aquí,<br />

que tengo otros hijos atrás y que yo vea por ellos”. E39.<br />

En el contexto del caso <strong>Ayotzinapa</strong>, la masividad de la acción y la necesidad de fuerza<br />

operativa y de infraestructura para detener y desaparecer en una noche a 43 jóvenes,<br />

conllevan mayor incertidumbre, cuestionando incluso la posibilidad “real” de que pueda<br />

llevarse a cabo. Para los familiares, este “¡pero cómo es posible!” supone una mayor<br />

dificultad de aceptar el hecho. Y desde luego añade otros elementos a la negativa a aceptar<br />

la pérdida como definitiva, propia de los procesos de duelo cuando hay muestras evidentes o<br />

se encuentra el cuerpo de la persona asesinada, pero no de los casos de desaparición forzada.<br />

Mientras no se tenga información clara y contrastada por parte de las autoridades sobre lo<br />

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