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Mujica Lainez, Manuel – El Escarabajo - Lengua, Literatura y ...

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7. LOS SOÑADORES<br />

En la arena quedé largamente, semihundido, quejándome de la pérdida de Dindi, de la<br />

que me sentía culpable, pues sólo yo había provocado nuestra fuga de Avalón. Ciertas<br />

tardes, mientras el aire se tornaba, durante unos minutos, rosado y verde, creía verlo<br />

cruzar, brincando en las rocas con sus largas piernas, agitada la caperuza, pero me<br />

desilusionaba pronto, al advertir que sus verdes se deshacían en la sombra. La arena<br />

vagabunda me cubría y me descubría; yo aguardaba, ignorando qué, y entretanto el<br />

paisaje me ofrecía la visión del mar súbitamente embravecido, que estrellaba su<br />

espumosa cólera contra las peñas, o súbitamente sereno y soñoliento, como olvidado de<br />

ser mar, y me proponía meditaciones nada originales, sobre la vida y sus mudanzas. Por<br />

fin, al cabo de una quincena, una niña que buscaba conchillas y caracoles para armar un<br />

collarcito, me desenterró en la pequeña playa, y ahí empezó, de mano en mano y de<br />

siglo en siglo, la ronda que me conduciría a Verona.<br />

La niña me entregó a su madre, la cual, estúpidamente espantada, me entregó a su<br />

confesor, de quien pasé, en el Mont Saint-Michel y entre andamiajes, al Abad<br />

benedictino, que me zambulló en la consabida agua bendita y me vendió a una noble<br />

señora, pues necesitaba dinero para proseguir la obra del monasterio; la susodicha noble<br />

y madura señora (versión medieval de Mrs. Vanbruck) me entregó a su juvenil amante;<br />

del amante me heredó su esposa, luego su hijo, luego su nieta, una monjita que me hizo<br />

el honor de creer que yo había sido elaborado por el Diablo, y me dio a su Obispo, que<br />

previa inmersión en el agua santa acostumbrada no supo qué hacer conmigo y me metió<br />

en un cajón; de donde, años más tarde, me sacó, añadiéndome a sus bienes, un<br />

sacristán, que me legó a su querida, que me legó a su hermano, a quien me arrebató un<br />

amigo muy maquillado y demasiado íntimo, el que, lustros después pesaroso de una<br />

existencia pecadora, me donó a la imagen negra de las Santas Marías del Mar; a la cual<br />

me robó un gitano que, extrañamente, no era supersticioso, pero que debiera haberlo<br />

sido, pues concluyó con un cuchillo gitano en el vientre; cuyo acuchillador me vendió a<br />

un caballero que coleccionaba rarezas, quien a su turno me brindó a una doncella que en<br />

una farsa representaba a la perfección el papel de Virgen Loca; la cual Loca, harta del<br />

caballero, me empeñó y no me retiró, de modo que fui comprado por un barbero poeta,<br />

que en Roma (ya estaba en Roma) me hizo montar una vez más en sortija, con sobrio<br />

engarce de oro bajo, y me lució mientras rasuraba mandíbulas y reducía pelambres,<br />

hasta que un día se entretuvo y me dejó un instante en un platillo; de cuya superficie me<br />

escurrieron los dedos hábiles de un cliente que conmigo disparó, pero lo secundé poco,<br />

porque transcurrido un mes, en Verona y en la posada mísera donde se albergaba, se<br />

apropió de mí un malandrín, quien me confió a su socio para que me vendiera, cosa que<br />

éste logró en el portal de la basílica de San Zeno.<br />

Debo decir que ninguno de los mentados, beatos o bandidos, señores o plebeyos, con ser<br />

tan numerosos, poseyó un interés suficiente para que mi atención discurseadora se<br />

detenga hoy en él. <strong>El</strong> más sustancial del lote, incluyendo al Obispo que compuso un<br />

inhallable análisis de los cuatro tratados de San Dionisio Aeropagita, fue el barbero<br />

frecuentador de estrofas, pero su breve obra tampoco merece que le dedique demasiado<br />

espacio. Tras la fantasía suntuosa de Avalón y el vecindario de Arthur, Roldan, Sir<br />

Launcelot, Amadís, Dindi, Morgana, Gog y Magog, resultaban opacos los mayores<br />

personajes, y no obstante el insensato tedio que allí, ahito de maravillas, me afligió,<br />

<strong>Manuel</strong> <strong>Mujica</strong> Láinez 119<br />

<strong>El</strong> escarabajo

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